Spotlight


Autor: Glamour Drama

Fecha publicación: 19/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

El relato narra la historia de Jazmín y Richard, dos ladrones que se dirigen a la iglesia de Sant Martín en Espot, Lleida; para robar un objeto valioso que los lugareños desconocen que poseen. Richard le pide a Jazmín que se quede fuera de la iglesia y distraiga a los turistas mientras él ingresa y busca el objeto. Jazmín se deja caer al suelo para disimular un desmayo, y mientras es atendida por los turistas; ve cómo Richard escala el muro de la iglesia para posteriormente descubrir la pista que les llevará al siguiente lugar.

Relato

Spotlight

—Dicen que el que lo profane despertará la ira de los espíritus templarios.

—Eso dicen... —Dejó caer la colilla al piso antes de pisarla con el mocasín—. Deberías enfocarte. Lo que sea que nos espera ahí dentro mi querida y supersticiosa amiga, eso que tu caballero templario ocultó; está a punto de ver la luz.

Él empezó a cruzar la calle empedrada y ella le siguió detrás, ambos cargando con abultadas mochilas de acampada mientras se dirigían a la Iglesia de Sant Martí.

Un rosario de bronceados turistas se tomaban fotos frente a la edificación del siglo XII. A él no pareció importarle, era su primera vez trabajando juntos pero a Jazmín le daba la impresión de que Richard Newman no era el tipo de hombre que se tomara un segundo para apreciar el trabajo. Ya fuera sustraer un cuadro de una galería de Francia, dar con un medallón en las catacumbas del Sahara, sacar un cofre de una galería secreta bajo una pirámide de México.

En cambio, sin dejar de caminar y con los pulgares sujetos a los tiros de su mochila, ella se detuvo unos segundos para mirar la iglesia con aquellos arcos encima de la puerta. Las puertas doble de de un gris oscuro abiertas en aquel momento, y la intrigante oscuridad en su interior.

Él ya no escuchaba sus pasos detrás, sólo el cuchicheo en italiano e inglés que provenía de los grupos arremolinados delante de la iglesia. Al verla se giró y volvió hacia ella.

—¿Qué haces?

—Ah, lo siento, —Volvió a verle, sonriendo avergonzada—Me he dejado llevar, es que la vista... pero ya ¿nos vamos...?

Se adelantó un paso pero su confusión se hizo presente cuando en cambio, él la retuvo con una mano sobre su pecho.

—Mejor quédate aquí y distraelos, ya nos veremos dentro.

—¿Perdón?

Él miró por encima de su hombro a las puertas de la iglesia, hacia el vigilante que merodeaba la zona alrededor.

—Que cuentes cinco segundos y te eches en el piso.

Se apartó de ella al decir esto y no volvió a mirar atrás. Terminó por cruzar hasta llegar a los escalones que empezó a subir, para luego seguir por la acera.

Jazmín le sonrió a un turista que pasó a su lado, pero al dar un paso de repente sus rodillas flaquearon y cayó a mitad de la calle. Su mochila aminoró el impacto de su costado, pero su cabeza fue a dar contra su antebrazo estratégicamente colocado para evitar que rebotara contra el duro suelo. Los párpados se sintieron pesados mientras escuchaba los pasos que se acercaban, y antes de cerrar los ojos sólo pudo ver la silueta de un Richard Newman que lanzaba la mochila del otro lado de la pared del perímetro, antes de escalarla y arrojarse del otro lado con agilidad.

Cuando entró en la iglesia empezó a agradecer que ese municipio de Spot en Lleida, Cataluña (al contrario de otros lugares que había visitado) parecía un pueblo fantasma. Aún siendo pequeño admiraba su impresionante belleza natural de calles empedradas y la pintoresca vista de las casas antiguas de piedra y madera.

—Y sin embargo están a punto de perder un objeto valioso. —Se dijo, a medida que se adentraba en el interior de Sant Martí y avanzó hasta el fondo.

«Un objeto valioso que no saben que poseen», le rebatió Richard en su mente para tranquilizarla.

En su interior reinaba un amplio espacio con techos altos y una decoración sencilla pero elegante, mientras que las paredes eran adornadas con frescos religiosos y santos.

Le encontró agachado detrás de una columna, en cuyo suelo a sus pies se abría una fosa secreta que había estado oculta por una sección removible de las cerámicas y vio su jefe arrodillado mientras desenredaba una cuerda de fibra.

—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó sin mirarla, sabiendo que era ella.

Jazmín suspiró.

—La leyenda dice que el caballero lo escondió debajo del altar.

—No te pregunté eso. —La miró—. ¿Te dejaron venir?

—Me llevaron a una capilla y me dieron agua. —Alzó las manos y describió dos comillas al aire—. Luego desperté lo suficiente para pedirle al guardia que fuera por ayuda y así poder salir y venir.

Él dejó lo que hacía.

—¿Qué hiciste qué? —Alzó la cabeza y miró por detrás de ella, luego reparó en su socia con desaprobación y añadió—: no hay tiempo, debo bajar.

Empezó a atarse un extremo de la cuerda a la cintura por encima de su camisa.

—Y ¿está seguro que esta ahí? Porque de eso han pasado siglos, ¿cómo espera encontrarlo?

—¿Cualquier objeto llamativo que haya aquí abajo ya lo habrán robado o recuperado. Por eso no espero dar con un objeto, sino más bien con un dato para completar el rompecabezas. Sujeta esto.

Le pasó el otro extremo de la cuerda que ella agarró, confusa; luego comprendió cuando reparó en que esta rodeaba el grueso de un butacón junto a la pared donde descansaba un cuadro de la virgen.

—Creí que el tesoro estaría aquí, la leyenda dice debajo del altar.

—Sí pero el altar no tiene ningún acceso subterráneo. Ningún área de la iglesia lo tiene salvo esto. —La miró, mientras hacía otro nudo en torno a su cintura—, Una cosa Jazmín. Nunca creas en las leyendas, si sigues en esto lo suficiente descubrirás que la palabra tesoro es válida para casi cualquier cosa, hasta una pipa tallada en ébano. Aquí no está, pero allá abajo espero encontrar el mosaico romano en cuya inscripción está la pista que nos llevara a él.

La voz de un hombre hizo eco en el salón de la iglesia, Jazmín supo que se trataba del vigilante y eso la hizo sudar frío. Resguardados detrás de la columna observaron la silueta buscando entre la hilera de bancos.

Richard Newman apuntó con el mentón hacia su mochila abierta.

—El táser está dentro por si lo necesitas —dijo en un susurro.

Entonces se deslizó hacia atrás y saltó dentro del agujero recortado en la cerámica.

—¿La cuerda resistirá? —preguntó ella también en susurros, inclinándose al frente pero lo único que escuchó fue el deslizamiento de la cuerda por el borde mientras se perdía dentro.

La cuerda pronto empezó a ser tragada por la fosa mientras tiraba de ella. Entonces reparó en que sostenía inútilmente el otro extremo, y de que esta daba una vuelta a un butacón cercano que no resistiría el peso de su jefe.

Con las manos sudadas, jazmín le dio dos vueltas más a la cuerda en torno a su mano derecha al mismo tiempo que el último metro desaparecía y fue cuando ésta se tensó y sintió el tirón hacia abajo.

Escuchó al guardia cada vez más cerca, llamándola.

—¿Señorita?

El butacón crujió, el nudo se le apretó en torno a la mano dejando cinco dedos amoratados por la presión.

—¿Está aquí?

Pero responder no era una opción. Eso si, soltó un jadeo cuando la cuerda volvió a quedar estable aunque todavía sentía como si le cortara los dedos. Con el tirón había dado un paso al frente peligrosamente cerca de caer con todo. Escuchó los pasos de unas pesadas botas haciendo eco en el interior de la iglesia, pasos resonando en el pasillo atravesado por la hilera de bancos; pasos que se acercaban al altar junto al que estaban, resguardados detrás de una columna.

Otra sacudida en la cuerda la hizo apretar los dientes y agarrarla con la otra mano, esperando así aliviar el tirón que ésta producía sobre la otra. La sacudida indicaba que su jefe estaba subiendo, pero también sirvió para mover el taburete. Jazmín vio que el cuadro que descansaba encima se inclinaba peligrosamente hacia la derecha, otra sacudida lo inclinó más pero sus pies estaban fijos en el suelo y no pudo acercarse, dar un paso podía significar irse con todo al frente.

Las botas seguían resonando cada ves más cerca, pero el cuadro se alejaba de ella y de su mano extendida que con dedos sudorosos buscaba sujetar aunque fuera el marco.

Fue entonces cuando vino otra sacudida igual de poderosa que la primera y el cuadro se volcó, su mano crujió; pero entonces otra mano se aferró al borde de la fosa en el suelo y cuando en el dedo anular descubrió el anillo de su jefe, comprendió que podía soltar la cuerda, pero lo que hizo fue saltar hacia su izquierda y agarrar el cuadro que estuvo a centímetros de impactar contra el suelo.

Permanecieron en silencio, mirándose; luego escucharon las pisadas alejarse.

Una hora después hacían turismo en otro lado, la torre vigía en realidad. Ascendían las escaleras de caracol en su interior; ninguno hablaba. El único aporte que él había hecho fue preguntarle:

—¿Estás bien?

A lo que ella asintió con la cabeza.

—Como quiere que le ayude si ni siquiera confía en mí —preguntó ella, luego de un rato.

—No te entiendo.

—¿Ocultarme que en Sant Martí sólo encontraríamos una pista que llevaría a otra cosa?

—Lo cierto jazmín es que no confío en ti. —Su mirada fue dura—. Confío en tu mente pero no en tu motivación.

—Haber traído a una ladrona entonces y no a una bibliotecaria.

—Ningún ladrón conoce tanto de arte antiguo como tú, eso sí; lo tienen más claro. Saben que cualquier pieza sólo importa lo que el cliente pague por ella y que el plazo de entrega siempre debe cumplirse. —Hizo una pausa antes de subir el último peldaño, la miró—, ¿no me harás caso, verdad?

—Que bien me conoces.

Cuando llegaron a la cima ella le vio observar a su alrededor.

—¿Tampoco puedo saber qué hacemos aquí?

Richard suspiró.

—Tres fortalezas en la colina, sigue el camino hasta la tercera y allí encontrarás lo que buscas. —Eso decía el mosaico.

—Sí pero aquí no hay tres fortalezas.

—Se refiere a los tres niveles. ¿O creíste que tu templario te lo pondría tan fácil? —sonrió, y dejó caer su mochila antes de empezar a trepar la pared.

Jazmín lo vio desaparecer hasta la cima y sólo después de un rato le escuchó hablar. Deberías ver esto.

—Ajá y ¿cómo subo?

Como respuesta vio la mano que se extendía hacia ella desde el techo y a la que se aferró.

Lo encontró acuclillado con una pequeña estatua en la mano.

—Así que una estatua.

—Más bien una figurilla de mármol —dijo él.

—Valiosa o no, cuando es lo que el cliente pide eso le damos.

—Sí pero, me refiero a que en el mundo actual encontrar algo nuevo por descubrir es muy escaso. —Apuntó la estatua con un gesto de la mano—. Eso la hace especial.

Jazmín se adelantó hasta él y se la pidió. No pesaba mucho, aunque debía admitir que la estatua del Caballero de Vall de Boí era una impresionante obra de arte de bronce que representaba al famoso héroe local. La figura mostraba al caballero vestido con una armadura completa, una espada en una mano y un escudo en la otra.

Richard notó cómo ella la miraba, embobada; en su cara vio el rostro de una niña que descubre algo hermoso.

—Al fin lo entiendo, eso que llevas diciéndome desde hace años.

Ella le miró, confundida.

—No nos pertenece —dijo él, lanzó una mirada a toda Lliada desde lo alto de aquella torre y volvió a verla—. Es por eso que la llevarás al ayuntamiento y dirás que la descubriste tú.

Lo miró con ojos como platos.

—¿Y el cliente, y tú?

Su padre sonrió y se encogió de hombros.

—Esa tontería que tienes ahí representa más para este pueblo que el simple capricho de un hombre rico. —Se acercó a ella—, hoy en día no hay mucho por descubrir pero estoy seguro que encontraré otra cosa para él.

—Pero él no te dejará así sin más.

—En eso también tienes razón —asintió él—. Y es por eso que me despedirás de tu madre.

Se puso en pie.

—Ya nos veremos, cariño.