
Resumen
Situación cómica de las labores domésticas en tono de ironía.
Relato
RELACIONES INTERNAS
Cuando la mujer barre, destroza todo lo que se atraviesa. El movimiento de caderas mientras ajusta sus manos al palo parece una danza. Es una rueda de la fortuna que se le ha suelto un tornillo. Los residuos de la fiesta de la noche anterior están debajo de los muebles como una sincronía asimétrica. Su rutina (de difícil imitación, por cierto) excede cualquier regla física y recurre al sentido del caos. Tal cual lo diría la mujer propietaria del aparato barredor:
— ¡Parezco una loca cuando barro ! —.
La frase resume la ilógica dancística. A veces se acompaña con música de emisora o con un suave silbido. La musicalidad ayuda a disimular el fin destructivo y vengativo del barrido. Ritual que debe hacerse para que el macho quien la tiene condenada a esta danza monótona. Ella lo persigue a lo largo del apartamento. Si está en la cama echado tal cual monumento a la televisión, ella lo hace levantarse, le sacude en su cara las cobijas excesivamente polvorientas. Producirle una tos hace que se traslade en otro sitio. Cuando decide trastearse de la habitación a la sala, la mujer barre sin lógica alguna el pasillo que separa estas dos habitaciones. El hombre no comprende que su mujer lo persigue, por eso se acomoda de tal forma que lee el periódico sin percatarse del entorno. El estruendo llega a la pequeña sala donde apenas cabe dos sillones y un equipo de sonido. La polvareda es suficiente para que el hombre salga corriendo junto al gato que se ha escondido subrepticiamente atrás de su espalda. Bestia y humano huyen porque es amenazante el sonido de las barbuchas de la escoba azotando la baldosa. La diatriba de la mujer que se vuelve incomprensible para ambos. Quien acaricia la cola en la panza del otro y el gordo mamífero resignado a portar su periódico al comedor, salen despavoridos. Pero la trampa está servida. En el comedor una taza con algo supremamente caliente lo espera, de tal forma que lo primero que llama la atención en tanta cosa atiborrada es ese recipiente humeante. El hombre comprende que es su café para disfrutar junto a su lectura matutina. La presa cae. Comienza a sorber lentamente la bebida y apenas bate el azúcar con la cuchara, la mujer imperceptiblemente lo asalta, y él que tiene una consciencia de un pepinillo, solamente agacha la mirada y sus manos se extienden con cierta cantidad de dinero, para comprar el daño que ha efectuado la mujer mientras lo perseguía por todo el lugar. Ella se aleja, el hombre entiende su infortunio y se dirige al baño, donde por unos instantes, casi segundos contabilizados se aleja de esa amenaza, ese ser mitad mujer mitad caos.
A la salida le espera, unos trapos amarrados al extremo inferior de un palo, junto a un recipiente plástico lleno de agua y un índice femenino trazándole la guía por donde debe comenzar la segunda parte del ritual.