NO ES MOMENTO DE HABLAR DE POLÍTICA


Autor: legan

Fecha publicación: 16/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Una familia trata de escapar de la ciudad por la inminente explosión de una bomba. Solo hay un último obstáculo que deben superar: la desesperanza de la abuela.

Relato

Aquella férrea tarde, el alboroto en la casa de los Jiménez era tal que por poco los muebles levitaban por el tenso aire en el ambiente. Los niños correteaban de un lado a otro tratando de meter en sus maletas lo que consideraban imprescindible para su intempestivo viaje de ida sin vuelta.
-Por Dios, mujer, dile a tu madre que se nos acaba el tiempo. Debemos irnos de inmediato-gritó desesperado Carlos.
-Por favor, mamá, te lo suplico-dijo Amanda, tomando la mano de su madre y arrodillándose a su lado-Déjate de necedades. Nuestros amigos del gobierno acaban de llamar a Carlos. La bomba estallará en escasos quince minutos.
La viejecilla de unos ochenta años, permanecía sentada en su mecedora sin mover un músculo.
-¿Amigos? ¿Quiénes? ¿Los del gobierno? ¡Bah! No me hagas reír. No puedo entender cómo es posible que a tu edad todavía creas en políticos y tengas la osadía de burlarte de los niños porque les da miedo dormir con la luz apagada-le dice sarcásticamente la anciana.
-Mamá, no es momento de hablar de política. Esto es una información garantizada. A Carlos lo llamaron del…
-Alto mando y bla bla bla-la interrumpió la madre. Según tú, Carlos conoce hasta al mismísimo presidente.
Amanda le soltó la mano y se levantó ofendida.
-No voy a discutir contigo. Nos vamos de aquí te guste o no. Solo ruinas y sombras quedarán de la ciudad.
-Ruinas y sombras, eso sí que suena como un verdadero eslogan político. ¿De qué nos sirve huir si a donde sea que vayamos nos encontraremos a otros iguales?
-Te repito que no es momento de hablar de eso. Tenemos que apresurarnos.
-Volverá a pasar. Los engañarán como siempre lo hacen. ¿Te das cuenta de que esos que dices que nos quieren ayudar fueron los mismos que nos llevaron a esta situación?
-Lo primordial es seguir con vida. Que nos salvemos es lo único importante.
-Ahora soy yo quien te repite que pronto volverá a pasar. No será hoy ni será mañana, pero pasará; y si llego a morirme antes, te lo haré saber desde donde esté. Ya veré cómo hacerlo.
-¡Basta! Niños, ayúdenme con su abuela. Llévenla al auto y se quedan con ella hasta que terminemos de subir las cosas.
Los niños dejaron de correr, se acercaron con precaución, rodearon a su abuela y la asieron por los brazos. La anciana le lanzó una mirada fulminante a su hija y se fue con los chiquillos sin resistirse.
Estando todos en el auto, Carlos manejaba lo más deprisa posible. Amanda lo apuraba y lloraba desconsoladamente.
-Calma, Amanda-dijo Carlos con ternura-Sé que es difícil, pero te aseguro que llegará el día en el que regresaremos a nuestro hogar y esta tragedia será un horrible y lejano recuerdo.
-Y luego se repetirá el ciclo, yo estaré sentada en mi mecedora o acostada en mi tumba y ustedes abandonarán la nueva casa porque otro burócrata perderá la razón y buscará pulverizarlos a todos-agregó la anciana.
-Mamá, por amor al cielo, no sigas con lo mismo. Entiende que estoy al borde de un ataque de nervios.
-Es cierto, señora Pepa. Dejé de decir esas cosas. Lo menos que queremos es asustar a los niños.
Los niños estaban inmersos en sus consolas de juego por lo que no se dieron enterados de lo que conversaban.
Cuando estaban lo suficientemente alejados de la ciudad como para no correr peligro, un estruendo los hizo estremecer a los cinco. La bomba había explotado. Amanda dio un profuso grito; los niños se aferraron a su abuela y Carlos lloró en silencio.
Luego de horas de viaje, llegaron a casa de la madre de Carlos, donde se enteraron de los estragos causados por la explosión en su ciudad. Todo ocurrió exactamente como lo planeado. Miles de personas murieron y centenares de sobrevivientes dejaban la ciudad por miedo a otro ataque.
Pasaron cinco largos años para que la extinta ciudad renaciera. Muchos de los antiguos habitantes volvieron a sus respectivos hogares; los Jiménez no fueron la excepción. Mientras se asentaban y reconstruían su hogar, doña Pepa sonreía al escuchar a varios hombres proclamarse como el candidato perfecto para llevar las riendas de la renovada metrópoli. Algunas candidatas esgrimían que debían ser las mujeres las que debían tomar el poder ya que la decisión de acabar con la antigua ciudad fue única y exclusivamente “una cuestión de hombres”. Los candidatos ironizaban con ellas, respondiéndoles que las mujeres los exasperaron tanto que prefirieron volarlos a todos antes de seguir viviendo así.
A una semana de celebrarse las elecciones generales, consignas iban y venían. “Voten por mí. Soy como mi ciudad que renació de las cenizas cual ave fénix”, repetía uno de los candidatos.
-Ese desgraciado ni siquiera es de esta ciudad-gritó Carlos al televisor.
-Cálmate, hombre-dijo Amanda-Nadie en su sano juicio votaría por ese desconocido.
Pepa estaba sentada en su mecedora, viendo por la ventana y fumando un cigarrillo, volteó a verlos y carraspeó ruidosamente a modo de interrupción.
-Nadie en su sano juicio siquiera pensaría en votar en un escenario como este-dijo desdeñosamente.
Amanda hizo caso omiso de la interrupción de su madre y siguió parloteando en dirección a su esposo.
-Estoy segura de que va a ganar Amalia Cruz. Es una mujer centrada y dispuesta a ayudar al pueblo. Justo lo que necesita esta ciudad para volver a ser lo que alguna vez fue.
-Ni de broma. Esa mujer es una completa neurótica-le indicó Carlos con vehemencia.
-Solo lo dices porque es mujer. Eso es machismo puro y duro. Además, tú no tienes derecho a decir una palabra. Quieres votar por ese hombre desalmado que fue uno de los padres del apocalipsis.
-¡Eso es mentira! No son más que inventos de esa neurótica. Prueba fehaciente de que anda metiéndote sus ideas sediciosas en la cabeza.
Doña Pepa lanza una sonrisa sonora, se levanta y posa sus brazos en el soporte de la ventana.
-Hace tres años les advertí que esto pasaría. Volverá a pasar y les juro que solo espero dos cosas: que mis nietos ya no vivan con ustedes y que no tengan ningún amigo en el gobierno que les advierta lo que se les avecina.
Amanda y Carlos la observaron con dejadez y siguieron discutiendo sobre quién era el candidato más idóneo.
El día de las elecciones, Carlos, ataviado con un color rojo de pies a cabeza, exhortaba a Amanda para que se apurara para ir a votar. Amanda salió de su habitación con un vestido azul intenso; vio a su marido con un dejo de desprecio, y luego de encomendarle a su madre el cuidado de los niños, se fue con Carlos al centro de votación.
Doña Pepa se limitó a observarlos y sonrío al verlos discutir dentro del auto.
-Aquí vamos de nuevo-dijo la anciana.
Prendió un cigarrillo y se echó en su mecedora.