Resumen
Un joven sin nombre, se pierde en las estrellas que le muestra su pueblo, intentando escuchar cada día su voz interior, pero evitando que esta tome su pasado como algo triste, cuando en verdad lo protege.
Relato
El Lago
Haciendo algo más que no fueran fórmulas. Lo que más me gustaba en las noches de verano era ver un limpio cielo, acompañado por las estrellas que siempre iluminaban mi ventana.
No era por cuestiones de amor, si no, era la consciencia gritando, sin temor, lo pequeño que eres entre tanta vida, pero a la vez, ser la vida misma.
Creo que ese ha sido el motivo principal de escurrirme a altas horas de la madrugada. Siendo honesto, esa bocanada de aire fresco, era la vía de escape a muchas cosas. Aparte seguía el largo camino que daba directo al lago.
Mi primera opción no había sido esa. Mientras veo los grandes árboles a lo lejos, pienso en cuantas veces busque entablar una conversación con mis amigos, sobre la vida. ¿Cómo? De muchas formas. Intente salir a cenar, aunque ellos siempre elegían un antro, a caminar, pero preferían los Go Cars, e incluso a acampar, su respuesta nunca les agrado la naturaleza.
Las prioridades ya no son las mismas de antes, han cambiado mucho con el paso del tiempo, o puede ser que yo aún no entienda que es lo que estoy buscando.
Una vez le dije de forma directa a un amigo, que fuéramos al lago a observar la vista que desprendía. Quejándose todo el trayecto, cuando por fin nos sentamos a la orilla, en ningún momento soltó la pantalla. Cada vez que intentaba externar mi opinar, lo único que recibía de su parte era una vocal. Creo que un niño de cinco años, al escucharme, me hubiera dado más material de lo que el medio en esas dos horas.
Pero siendo honestos, es mejor hablar conmigo mismo. No es que fuera quisquilloso o que empezara a volverme loco, pero a estas alturas mi deber es conocerme, aunque a las demás personas no les parezca.
No quería ir por la vida siguiendo pasos que no eran para mí, me gustaría hacer otra cosa, algo que llene mi alma.
Mientras seguía viendo el paisaje, la cinta suelta de los tenis me detuvo. Sentado en la banca, podía ver la falda de las montañas cubierta por una capa delgada de nieve. Cuando de pronto un fuerte ruido me asustó.
Esperando que nadie se diera cuenta, me acerqué para ver. La luz que salía de la puerta trasera de la panadería iluminaba todo el callejón. Cuando vi como una sombra empezaba asomarse, pero sin mostrar quien era, comenzó a lanzar pequeños pedazos de pan. Cayendo el primero, algo muy veloz lo tomo, escondiéndose en una caja de cartón vacía que estaba junto bote de basura.
Mi curiosidad iba en aumento desde la esquina, pero preferí seguir mi camino.
Creí que para esta hora estarían todos durmiendo, he pensado que nuestra mente no se queda quieta, ni siquiera cuando soñamos, buscamos el significado de lo que nos atormenta, aunque seamos conscientes que no es para siempre.
Eso es lo que más me alienta. No es eterna, es más bien como el colibrí, sigues hacia adelante gracias al impulso que tomas aleteando desde atrás. Es por eso que suelo volver a este lugar.
Cuando tuve uso de razón, mi abuelo fue el primero en traerme aquí. En ese entonces, la nieve lo cubría todo, incluso el lago permanecía congelado. Recuerdo que me pedía que lo perdonara por eso, en ese momento no entendí por qué. Solo me puse a disfrutar de la vista.
Años después comprendí que él no se disculpaba porque el lago estuviera cubierto de nieve. Si no por ser la primera y la última vez que podría acompañarme. La enfermedad que tenía aquejándolo tanto tiempo, meses después, le habría traído paz.
Pasado el rato caminando bajo las estrellas, por fin había llegado. El sonido del agua, acompañada por la luz de las luciérnagas, me hacía sentir protegido, como si él aún siguiera aquí conmigo.