Resumen
Es la cruda historia de traición de la que fue autora una mujer, la cual describe sin tapujos el sufrimiento que le provocó a propósito a un hombre que inocentemente pretendió acercarse a ella.
Relato
Lo que nunca te diría a la cara
Si me preguntan si te odio, diría que no; solo no quiero tenerte cerca ni saber de ti. Si me preguntan si una vez te amé, diría que lo fingí y que fui la mejor actriz. Si me preguntan si te traicioné, diría que jamás lo hice y que al contrario, tú te sometiste voluntariamente a mi maldad.
Hoy desearía sentir lástima por ti y poder pedirte perdón vehementemente por el sufrimiento por el que has atravesado. El problema es que no siento compasión ni arrepentimiento, verte retorcerte de la manera que lo haces me causa una satisfacción prohibida, un triunfo indescifrable y una felicidad perversa. Y pensar que uno de los momentos más felices de mi vida fue el tiempo en el que percibía el calor de tu cuerpo tan cerca de mí que lograba asustarme y hechizarme al mismo tiempo. En medio de tu elocuencia y el deleite de tu intelecto pude convertir los viejos amores en cicatrices y vi en ti la manera de sentirme mejor conmigo misma. Si hay alguien a quien quieras culpar, jamás me mires a mí, busca a aquellos hombres que me dejaron esas heridas que pretendí curar contigo. Créeme cuando te digo que ser por primera vez la cortejada y no la pretendiente me devolvió la autoestima y en efecto, ilusionarte era la mejor manera de alimentar mi ego y borrar todo tipo de inseguridades. ¿Te utilicé, me aproveché de ti, te traté como rata de laboratorio? Si para ti el que yo sacara provecho de tus atenciones para llenar mi vacío cuenta como falta a la moral, ahí tienes tu respuesta. Como sé que no tardarás el leer estas tiernas palabras, quiero expresarte mi profundo anhelo de no escuchar tus críticas y juzgamientos, porque sabes muy bien que yo aquí fui la víctima y tú el que quisiste rendirte ante mí. ¿Por qué yo, la esclarecida corrompida de la historia, me considero la verdadera damnificada? Porque sería una injusticia que desconocieras que lo único que querías, en medio de tu egoísmo infame, era un retrato de ti, una versión tuya en femenino. Si todavía me quieres poner en el pedestal y seguir creyendo que no te enamoraste equivocadamente , adelante, nunca dejes atrás ese encantador orgullo. El asunto es que tú y yo sabemos perfectamente que lo que hice contigo fue el mejor papel de mi vida, que ni por un instante dejé de hacer de la chica “correcta” que tenía en común esa obsesividad tan marcada y que estaba dispuesta a caer junto a ti en el abismo del tedio. Hoy que miro atrás, sin vergüenza aparentemente, veo que todos los intentos por forzar una relación contigo no fueron más que momentos de debilidad en los que te puse la condena de una falsedad, te borré el camino de la claridad y te arruiné la que quizás fue tu primera experiencia. Aunque no me voy a poner de condescendiente, a decir verdad no quedaste traumatizado, quedaste motivado a buscar consuelo en otras mujeres y por lo visto te está surgiendo efecto; y ojalá sea así, para que veas lo que es querer sacar un clavo con otro clavo.
Y ya que me estoy despojando de toda carga de conciencia, te confieso de una vez que a pesar de que no seas tú mi destino, espero ser siempre un pedazo de tu piel así como tu serás parte de mi sombra. No creas que al escuchar la radio las canciones no me hacen recordarte y desear volver a nacer y juntarnos en otra vida, una en la que no cargue con tantos idilios viejos y donde las cartas que te escriba no sean dedicadas al olvido. Eso sí, ni de riesgos asumas que esta es una disculpa, porque bien sabes que te escribo esto porque siento el deber de darte un adiós justo, aun cuando nada de estas cosas te las diría a la cara.