Resumen
El relato se presenta en forma de un mónologo y habla sobre la pérdida de una vida joven; dejando incierto si se trata de hechos realmente avenidos o de las halucinaciones del narrador.
Relato
Tenía el nombre de una flor. Ahora, no lo recuerdo. Una de esas imágenes suyas que sé que existen, pero se desvaneció de mi memoria. Como su sonrisa, la de un ángel.
Era mi hermana, ella, con el nombre de una flor. La perdí muy temprano en la vida, cuando aún éramos dos niños inocentes que pensaban que el manto protector de sus padres los cuidaría para siempre. Pero, papá se fue, mamá, no mucho después. Solos en el mundo, yo y mi hermana, con el nombre de una flor. Hasta que un día, la vi partir también a ella, a través de la mirada mugrienta de una habitación desconocida que nunca sería mi hogar. Que, ciertamente, no sería el de ella.
La vida pasa, inclemente. El dolor te fortalece, te curte, te hace intocable ante más dolor. Los recuerdos se encierran en una caja en el fondo de tu corazón, negándose a salir. Tú tampoco los buscas, así es más fácil soportar el ardor.
Me dijeron que estaba muerta, mi hermana con el nombre de una flor. Nada más, dos palabras que tuvieron el poder de desgarrarme el corazón en mil pedazos, arrancar las últimas raíces que tenía en este mundo.
Y la miraba desde lejos. A aquella muchacha que un día entró bailando en mi tienda, cogida de una mano ajena. Tenía la sonrisa de un ángel, los ojos brillantes llenos de sentimientos. Tenía una flor en el cabello, una rosa negra que contrastaba con sus ondas rubias. No tenía el nombre de una flor, tenía el nombre de un pájaro. Y nunca pude quitar mi mirada de ella, de aquel soplo de aire fresco que había entrado en mi vida y que solo me atrevía a admirar a la distancia.
Nadie supo prepararme para su llegada. Para que su puño toque mi puerta una noche, su otra mano cogida en aquella que no la soltaba desde que la conocí. Lágrimas brillando en sus ojos, su sonrisa de ángel temblorosa. Tenía una foto en la mano; sus bordes amarillentos la hacían parecer a punto de desintegrarse en su agarre.
Mi hermana, ella que tenía el nombre de una flor. Le cambiaron el nombre, pero no cambiaron su corazón. Cuando su mano tocó la mía, la caja se abrió y miles de sentimientos envolvieron mi alma, mi cuerpo. Flotaba en el aire, agarrado de su mano; convencido de que nada podría arrebatármela de nuevo.
La tuve por dos días. A mi hermana. Y no supe valorarlos. No supe aprovechar para abrazarla, besarla y recordar junto a ella.
Tenía el nombre de una flor, el nombre de un pájaro y el corazón de un valiente. Aquella noche, mientras me ahogaba en los problemas cuotidianos, mientras el mundo parecía girar con más velocidad que nunca y el mañana parecía garantizado, ella fue valiente.
Hasta su último respiro, hasta que el grito me sacó de mi burbuja y la encontré sangrando en la calle, tratando de detener una pelea callejera. Un cuerpo desconocido yacía junto a ella, un pobre diablo que recibió una segunda oportunidad que a ella le fue denegada.
La tuve por dos días y volví a perderla. Su llegada fue un instante veloz en mi vida, un día en un universo paralelo, una ojeada a una realidad más feliz. Aprendí a vivir sin ella, sin su sonrisa. El dolor se volvió menos aplastante, su voz se desvaneció de mis recuerdos. Hasta que volvió y trajo la vida de regreso. Solo, para volver a desaparecer en la noche, como si todo hubiera sido un simple sueño.