AD PORTAS DE LA OSCURIDAD


Autor: ZOROASTRO

Fecha publicación: 11/01/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Narra la historia no contada del primer cosmonauta humano de origen ruso que experimentó la hostilidad del espacio exterior. El protagonista estuvo a punto de perder la vida en su odisea espacial, pero las autoridades soviéticas negaron esa versión. Solo en nuestros días se conoce la verdad a medias del fracaso sobrelos primeros intentos en la carrera espacial.

Relato

AD PORTAS DE LA OSCURIDAD
Corría el 18 de marzo de 1965, cuando el cosmonauta Lyosha, de 31 años, se liberaba del cinturón que lo sujetaba a su asiento para ingresar flotando hacia la esclusa de aire. Lyosha (diminutivo de Alekséi) dirigió un gesto al comandante de la nave, el coronel Beliáyev, quien seguidamente cerró herméticamente la escotilla desde la parte interna. Luego, el paseante espacial procedió a dejar salir el aire de la cámara con el fin de igualar la presión de la nave con la del espacio exterior; el primer efecto que percibió fue un inflamiento de su traje espacial. Enseguida se abrió la parte externa de la esclusa, y un destello enceguecedor procedente del sol invadió la cámara a donde había ingresado; el cosmonauta experimentó como si una soldadura de acetileno golpeara su rostro.
Unos segundos más tarde, Lyosha se dirigió hacia la salida de la cápsula espacial, momento durante el cual esta flotaba sobre el mar Mediterráneo. El viajero espacial asomó su cabeza, deseando con vehemencia contemplar la Tierra desde el espacio y también su nave, pero el comandante Beliáyev se lo impidió, argumentando que debían sujetarse a los protocolos establecidos. Solo cuando sobrevolaban Simferopol, el capitán de la misión autorizó la salida desde el módulo. Era el momento más esperado por el cosmonauta y por lo cual se había preparado arduamente por varios meses, de manera que lo hizo sin preámbulos.
En ese instante, la astronave sobrevolaba el mar Negro; la vista era simplemente majestuosa, porque el astro rey brillaba en todo su esplendor sobre esa área de la Tierra; sin embargo, el cosmonauta giraba descontroladamente en el vacío del espacio. En el acto, Lyosha quitó el obturador de la cámara cinematográfica, ubicada junto a la escotilla, con el fin de realizar una filmación de lo que él estaba viviendo en el indescriptible lugar. Al tirar de la driza que lo unía con el módulo, ese movimiento lo lanzó contra el módulo espacial, de forma que debió protegerse con sus manos; en ese instante los problemas apenas comenzarían.
La odisea marcaría el hito más grande de la historia moderna de la humanidad, al convertirse Lyosha en el primer hombre en dar un paseo en el inhóspito espacio vacío, fuera de la cápsula y únicamente protegido por su rudimentaria escafandra. La madre Rusia tomaba la delantera en la carrera espacial, pues, cuatro años antes, Yuri Gagarin había dado el primer paso convirtiéndose en el primer cosmonauta, al abandonar la atmósfera terrestre.
La driza, a manera de cordón umbilical, permitía la comunicación con el comandante de la nave y también con control de misión en tierra. La comunicación era tan fluida que el mismo Gagarin participó de la conversación. Lo que estaba experimentando el cosmonauta era literalmente fuera de este mundo, al flotar a gravedad cero fuera de un módulo espacial, por lo cual no quería abandonar el espacio vacío para volver enseguida a la cápsula espacial Oriente 2; en el camino, debía recoger la cámara cinematográfica que había instalado junto a la escotilla momentos antes.
Todo transcurría de acuerdo a la bitácora programada: el mayor general de aviación Lyosha tenía ante sus ojos una vista alucinante de la Tierra a cientos de kilómetros de su superficie. Al cabo de unos diez minutos, el centro de control de la misión le ordenaba regresar al módulo espacial; inmediatamente se aproxima a la cámara de compresión inflable, y entonces surgen los problemas. El vacío del espacio había hecho que el aire al interior de su traje se expandiera, inflándolo más de lo estimado, lo cual le limitaba sus movimientos. Esto significaba que le fuese imposible manipular el manubrio que le permitiría ingresar a la cámara de compresión.
El comandante de la misión y amigo entrañable de Lyosha estaba atento a lo que sucedía en el exterior del módulo. Mientras el equipo en tierra exhortaba al paseante que debía ingresar inmediatamente al módulo, de lo contrario, la misión de millones de rublos estaría en serio riesgo de irse al traste… y con ella su propia vida.
Para agravar aún más la situación, el solitario cosmonauta se enfrenta a una temible oscuridad ocasionada por la sombra de la Tierra que pronto cubrió el módulo espacial. Localizado a cientos de kilómetros, el equipo de control de la misión teme un desenlace fatal.
Lyosha, solo, en completa oscuridad e imposibilitado para accionar los artilugios que lo conducirían a la seguridad de la cápsula, decide tomar una decisión desesperada: deja escapar algo del preciado oxígeno por una de las válvulas que se ubicaba en su muñeca, y así poder recuperar la movilidad.
Pero la estrategia y única alternativa podría ocasionar una letal descompresión, haciendo que parte del nitrógeno impida la solubilidad de su torrente sanguíneo, formando burbujas y poniendo en serio riesgo su vida. Los médicos de la misión eran conscientes de que, si el cosmonauta deja escapar demasiado oxígeno, la despresurización podría ocasionar la muerte in situ del cosmonauta.
Los minutos transcurrían inexorables y la vida de Lyosha estaba a punto de llegar a un trágico final, mientras millones de espectadores de todo el mundo tendrían lugares privilegiados desde donde serían testigos de la tragedia. En consecuencia, la orgullosa épica de la carrera espacial significaría un perentorio fracaso ante el mundo y su archirrival de Occidente, los Estados Unidos. Control de misión toma una decisión igual de desesperada: interrumpe la transmisión en vivo de la expedición espacial.
Sumado a todos los traspiés acontecidos, en las alturas los problemas acrecentaban: la desesperación y el estrés al cual estaba sometido el navegante espacial hicieron que la temperatura interna se elevara, saturando con su transpiración el traje espacial y dificultando, de ese modo, significativamente las maniobras que lo conducirían de regreso a la seguridad de la cápsula espacial.
Al cosmonauta solo le restaban algunos minutos de supervivencia en la dura soledad del espacio. Para su fortuna, la maniobra realizada surte un efecto benéfico, y pronto puede ingresar de nuevo a la cápsula, aunque con grandes dificultades derivadas de los incidentes previos. La caminata espacial estaba programada para una duración de cinco minutos, pero los problemas antes expuestos hicieron que se extendiera por cerca de 25 inefables minutos.
Agotado y exhausto al cabo de aquellos eternos instantes, el hombre se coloca a buen recaudo del módulo. Allí lo recibe su copiloto, sin embargo, los problemas estaban lejos de terminar.
En el momento de iniciar las maniobras de regreso, los sistemas automatizados sufren una falla y su retorno a la Tierra se torna espinoso. Los asesores de control de misión deben idear una solución inmediata ya que el tiempo corría en su contra. Los dos cosmonautas solo contaban con una última oportunidad, debían lograr la ignición de los propulsores de la cápsula para su pronto regreso a la atmósfera terrestre, puesto que el combustible era escaso.
Felizmente los motores encienden. Sin embargo, los problemas persisten: el cable que une al módulo orbital con el de aterrizaje no ha podido desconectarse, lo cual provoca que ambos den vueltas sin control. Esta situación lanza violentamente a los módulos hacia la atmósfera, con los dos hombres en su interior; sus vidas aún están en serio peligro.
Para fortuna de los cosmonautas, la fricción derivada de la resistencia con la atmósfera provoca el rompimiento del cable que los unía, permitiendo el despliegue de los paracaídas antes de tocar el suelo. Pero la odisea está lejos de terminar, el módulo aterriza en las estepas siberianas, a más de 1.500 kilómetros del lugar dispuesto por los expertos de la misión. Luego de la travesía espacial, los astronautas deben resistir más de 48 horas a una temperatura inferior a los 25 grados bajo cero, antes de la llegada del equipo de rescate.
Sin embargo, los voceros del gobierno ruso indicaron a la opinión pública que la misión había sido “un completo éxito”, lo cual significaba que la entonces Unión Soviética era la líder indiscutible en la conquista del espacio. Solo el paso del tiempo puso al descubierto la verdad de lo que realmente sucedió ese día de marzo de 1965, aunque Alekséi Leónov expresara lo contrario en una comunicación dirigida a El Correo de la Unesco.

FIN