LA CARTA


Autor: Matié

Fecha publicación: 06/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Marcial vive separado de su familia desde que era un niño. Muchos años después, siendo ya adulto, recibe la visita de sus padres, y a raíz de dicho encuentro decide escribir una carta a sus hermanos...

Relato

LA CARTA

18 de febrero de 2010.
Queridos hermanos.
Ha transcurrido mucho, demasiado tiempo desde que nos vimos por última vez, y os escribo estas líneas de la manera más espontánea, franca y honesta que soy capaz.
Papá y mamá ya están aquí. Llegaron ayer por la mañana. Dicen que el viaje ha sido largo y pesado, pero que, desde luego, ha merecido la pena.
No encuentro la manera de expresar lo feliz que soy teniéndoles a mi lado. Ellos, y sobre todo papá, siempre me han hecho participar de todos los acontecimientos que se han dado en nuestra familia a lo largo del tiempo, logrando que me sienta cerca de casa a pesar de la distancia y los años que llevamos alejados.
Poco después de su llegada me dieron una noticia: que pronto ibais a venir también. Pensé en lo ingenuos que eran al creer algo así, pero no dije nada. Y fue mi silencio, precisamente, el que motivó una larga e intensa conversación sobre nosotros.
Recordamos juntos la dolorosa separación que las circunstancias nos impusieron aquel fatídico invierno, y sufren pensando que los hermanos somos unos perfectos desconocidos.
—En absoluto —les respondí—. Al menos por mi parte. Lo que me habéis transmitido sobre ellos, año tras año, se ha ido imprimiendo como un sólido tatuaje y creo que les conozco bastante bien.
Jose Mari, por ejemplo. El primogénito, el continuador de nuestro apellido. El atractivo físico que ya destacaba en la juventud, creció inversamente proporcional a su carácter y a su forma de juzgar a la humanidad.
Arrogante, egoísta, intransigente, déspota y soberbio, ha sido capaz de amar, aunque a su manera y pese a todo.
Atrevido aventurero, venera el mar y cualquier horizonte que le provoque buscar más allá.
Dos matrimonios, tres hijos y cuatro nietos. Una progresión que a veces no ha coincidido con sus gustos ni objetivos.
Exitoso cirujano, hasta que el tiempo abrió la puerta al hastío y al desengaño, y transformó su viejo entusiasmo en una cotizable garantía de vejez. Su interés por la lectura y la música, con los años se ha convertido en un icono de soledad.
¿Y Paula? Mi hermana la mediana, la que siempre está en medio de todo, la del todo a medias. Ni guapa ni fea, ni risueña ni sombría, ni lista ni majadera.
Adulta a medio camino entre la adolescencia y la juventud, tiene dos hijos que confiesan quererle ni mucho ni poco, y un marido que se quedaba siempre a medias, según ella. Claro que ya ni eso, dice ahora.
Los supuestos amigos que ha ido encontrando en el camino lo han sido también a medias, y hasta los jefes funcionarios reconocieron medianamente sus esfuerzos laborales.
Una obsesión por demostrar de forma continua lo que en realidad no es y nunca será, le ha supuesto un fracaso tras otro y un carácter acomplejado que le invita, como una fatalidad, a volver al punto de partida y seguir demostrando, o al menos intentarlo. Un círculo vicioso que le atrapa sin posibilidad de escapatoria.
Jubilada ya con una pensión a medias entre la holgura y los ajustes, vive acompañada de dos perros que sufren su mediocridad en silencio, y la vejez le anuncia, mal que bien, un final sin medias tintas.
—¡Ya vale! —gritó mamá—. ¡No voy a consentir que hables así de tus hermanos! Estás lleno de resentimiento y no lo entiendo. Al fin y al cabo ellos no tuvieron nada que ver con lo que ocurrió entonces.
—Lo sé —respondí—. Estoy muy resentido. Pero no es por lo que tú crees, sino porque durante años les he llamado y me duele que nunca se hayan dignado a contestar. Jamás lo han hecho.
—¡Porque no habrán podido! —me contestó— ¡O quizás no se hayan enterado! En cualquier caso, no tienes ningún derecho a juzgarles, y mucho menos de esa forma.
Los tres nos quedamos en silencio. Mamá y yo mirándonos de frente y papá cambiando de postura en la butaca sin decir nada.
—¿Y tú, qué? ¿Un ejemplo a seguir, no? —me reprochó ella de pronto.
—No sabéis nada —les dije— No tenéis idea de cómo soy en realidad.
—¡Ah! ¿Tú crees? Pues venga, descríbete ahora y así nos enteramos —ironizó.
—Cuando llegué aquí, y durante años, me atormentaron las dudas —les dije—. Repetía una y otra vez la misma pregunta: ¿por qué? ¿POR QUÉ? Poco a poco, sin embargo, fui descubriendo una maravillosa capacidad de soñar que me ayudó a sobrevivir, y con el tiempo transformó por completo mi propia esencia. Sí, un talento para crear universos potentes y certeros a través del arte, de la palabra escrita, del barro que seducen mis manos, o de la música... Mi fantasía es un arco iris y la creatividad la pértiga que me permite saltar, caprichoso, de un cosmos a otro. Soy artista, ¿lo entendéis? Un dios capaz de crear y destruir a mi antojo. Y estoy…
—¡Lo que estás es como una puñetera cabra! —me interrumpió furiosa mamá.
—¡¡BEGOÑA!! —le reprendió papá.
—¿Pero tú le estás oyendo? —insistió ella— ¿Pues no dice ahora que es Dios?
—Dios, no. ¡Un dios! —le respondí— ¡He dicho un dios!
—¡Vaya, pues peor me lo pones! —respondió cada vez más enfadada.
Entonces papá, buscando la manera de suavizar la tensión, me pidió que intentara contactar con vosotros de nuevo, ahora que ellos estaban conmigo. ¿Por qué no les escribes?, dijo. Por la noche empecé la carta y después de estas líneas me fui a descansar. Estaba agotado.
Hoy, después de un sueño reparador, tenía la intención de explayarme y contaros cómo he pasado estos años desde aquel 27 de marzo de 1951. Pero lo he pensado mejor y, dispuesto a creer que por fin me vais a responder, he decidido esperar.
Tal vez, ¡ojalá!, encontremos la forma de preparar el camino para nuestro encuentro. Un encuentro inevitable, necesario y merecido.
Vuestro hermano, Marcial.

18 de febrero 2023.
Marcial nunca recibió respuesta. No obstante, llegó el día en el que primero Paula y luego Jose Mari finalmente se reunieron con él.
Hoy Marián, la hermana pequeña y autora en su imaginario de aquella carta, se encuentra de pie frente a cinco lápidas: las de sus padres y sus tres hermanos.
Siempre ha querido hablar con Marcial, que murió unas horas después de nacer y, a pesar de intentarlo durante años, jamás ha conseguido que le responda. Sabe, no obstante, que lo hará cuando acuda a su encuentro, donde toda la familia le espera a ella también.