Resumen
Ira con miedo escénico
Relato
Llovía como si la ciudad llorase la llegada de la primavera. ¡Qué ironía! Miraba hacia el suelo mientras la gente se chocaba contra ella. Contaba los zapatos coloridos que esperaban ansiosos el sol en marzo pero se ahogaban a cada paso. Los charcos mostraban la nostalgia y la transformaban en una especie de ira con miedo escénico.
También contaba las gotas de agua que caían dónde no debían: en una fuente aplastada por estridentes deseos, en un gran charco manchado de sombras que ya no sobrevivirían. Gotas de agua descendiendo por sus mejillas. En un hipotético caso, podrían ser lágrimas pero no se notaría.
Subió la mirada después de un rato navegando entre pequeñas tormentas y se sentó en la esquina de una librería. Le gustaba imaginar, con la lluvia era más fácil, que su nombre aparecía en todos los libros. No como autora, eso sería demasiado fácil, sino como protagonista o, mejor aún, como musa.
Las gotas de agua acariciaban los cristales de aquella librería. Era sorprendente cómo un sitio tan pequeño podía encerrar tantas historias. Tantos lamentos y momentos felices, tantos suicidios y formas de hacer el amor, tantos asesinatos, tantos te quieros.
- ¡Que se paralice el reloj! ¡Parad! ¿No veis que en realidad afuera no llueve? ¡Es dentro (en las librerías) dónde se desgarran los llantos y las lágrimas rebotan en vuestra indiferencia! - Gritaba en voz alta y enfadada.
Pero el mundo no contestó. Al menos, lo había intentado. Había gritado hasta quedarse sin voz, hasta detener el tiempo en aquel momento, hasta llorar por la lluvia. Algunos paseantes se quedaron asombrados reflejando en su cara la definición de locura más locuaz y furiosa. Otros rieron simplemente, como si ella formara parte de una actuación, de una forma de teatro en la calle. Pero, al final, todos se fueron, como se alejan los niños al moverse un mimo con alevosía.
La chica del pañuelo azul se alejó de la esquina de la librería dejando atrás su impotencia y su ira. Y se dirigió a una cafetería, una de tantas. Se introdujo en la sociedad de la forma más soez posible, a base de delirios en la mesa más tempestuosa de aquella franquicia. Dejó de llover.