Resumen
Un abuelo se dedica a instruir a su nieta acerca de todas las sorpresas que depara el entorno a una persona curiosa y con alma de científico(a).
Relato
Figúrate, Angelita
Si tu padre, tu madre, tu abuelo y tu mejor amigo se condensan y encarnan en una sola persona, esa persona tiene cincuenta y cuatro años, es rolliza y de baja estatura, vive en la luna, no practica ningún deporte, no va a misa, no ve televisión, pasa la mitad del día en la biblioteca y nunca está seguro de nada, sólo de su suma ignorancia, y en vez de darte la teta, hablarte a media lengua y cantarte… “Arroz con leche, me quiero casar…”, te lee a Carl Sagan y a Asimov y te dice a toda hora, venga o no venga a cuento… «Figúrate, Angelita, qué cosa más interesante...»; no es factible que su nieta, es decir yo, se convierta cuando crezca en monja, basquetbolista o comisionista de bolsa. Esa chica por fuerza tiene que ser… «Lo que tú desees, Angelita, ni más faltaba, cuentas con todo mi apoyo. Si te inclinas por la física nuclear, por la música, por la danza, por la cocina, por la filosofía, por...».
Y yo pensaba en tales inclinaciones, y mientras se despejaba mi panorama me inclinaba por… “Figúrense, compañeros, qué cosa más extraña”. Me inclinaba por Nicolás Paternina, es decir por mi abuelo y tutor, y por tal razón, en vez de brincar la cuerda, trepar árboles, dar botes en el potrero, escupir, sorber mocos, armar el cubo Rubik y ser un as para el Monopolio, como cualquier chiquillo de mi generación, brincaba la cuerda, trepaba árboles, daba botes en el potrero, escupía, sorbía mocos y me mantenía a la expectativa de que el abuelo Nicolo pronunciara el consabido… “Figúrate, Angelita…”, para proceder de conformidad.
«Figúrate, Angelita, qué cosa más interesante es la caca. Para no ir tan lejos esta de aquel rincón… No, hija mía, aunque lo parezca no es caca de ratón. La de ratón es más compacta, no tan alargada y de un color más oscuro. Esta que tenemos aquí es de murciélago. Y el individuo que está metido en ella tan a su gusto es un escarabajo llamado Tenebrio Molitor. Tenebrio fabrica una pelota de caca, su hembra pone huevos en la misma, los huevos se transforman en larvas, las larvas en pupa y al cabo, completada la metamorfosis, tendremos más escarabajos para deleite de las gallinas. Las tijeretas, por su parte, se alimentan con las larvas del escarabajo y los siriríes se alimentan con las tijeretas. El sirirí y el murciélago controlan la población de insectos. Este último, por su parte, es el principal polinizador de la zona. Sin su concurso no tendríamos frutas ni verduras. Como ves, hija, la caca es un gran tesoro. Sin caca...».
Y después de justipreciar la caca del murciélago, Nicolo y yo pasábamos a contemplar, a tantear, a olfatear y a platicar acerca de toda clase de heces, la de res, la de zarigüeya, la de armadillo, incluso de la de prójimo… «Figúrate, Angelita, qué cosa más interesante. Investigadores norteamericanos descubrieron que las heces humanas son ricas en oro, plata, platino y otros metales preciosos. Te imaginas, hija mía que tú y yo…».
Y en esas tareas consumíamos horas y más horas, horas felices y provechosas, aunque también, toda moneda tiene su reverso, horas que luego nos pasaban factura. Por andar buceando entre la ñola y entre la catalina se nos olvidaban algunas cosillas. Por ejemplo, que yo debía ser matriculada en la escuela y que Nicolo debía reclamar su terreno como víctima del conflicto armado.
Menos mal para tales menesteres, recordarnos nuestro deber, reclamar por nosotros y sermonearnos de lo lindo, teníamos a nuestra vecina, doña Gregoria… «Agradezcan, par de buenos para nada, que yo existo. Si no fuera por mí...».
A todo señor, todo honor y a toda señora, toda honora. Cuando nuestro centro de investigaciones sobre el estiércol estuviera en funcionamiento y reportara ganancias, Goyita sería su beneficiaria principal. Así, con esas palabras y además con carantoñas, mimos, abrazos y apretones de manos Nicolo y yo se lo hacíamos saber. Ella replicaba que, sí, claro, cómo no. Pero que, por favor, no la tocáramos con esas manos nuestras untadas de inmundicias y nos apuráramos a tomar posesión del terreno que ella había reclamado para nosotros, antes de que otros más avispados se nos adelantaran y nos dejaran sin el pan y sin la torta.
El terreno,el bendito terreno… Para ganaderos, agricultores y público en general una soberana porquería. Pedregoso, alejado de la quebrada, vecino de un pantano nauseabundo e invadido literalmente por el caracol africano. Para el abuelo Nicolo… «Figúrate, Angelita, qué lugar más interesante. De acuerdo con un artículo que leí el otro día, contrariamente a lo que se pregona por ahí los caracoles africanos no son venenosos. Si se les alimenta y se les cuida como es debido podrían convertirse en una fuente de proteína baratísima para gallinas, cerdos y peces, incluso para los seres humanos. Ni qué hablar de su baba, materia prima de multitud de ungüentos, productos de belleza y medicinas. En lo que atañe a sus heces...».
Nicolo y yo hicimos muchas eses, piruetas y maromas antes de lograrlo, ni modo, en este país crear empresa es un todo un parto de mula, pero al cabo, contra todo pronóstico y a despecho de burlas, insultos, prejuicios, amenazas y desprecios, montamos nuestra granja experimental. Como es natural, empezamos con el material del cual disponíamos, caca y más caca y caracol africano, y con la especie que más conocíamos, el Tenebrio Molitor. Más tarde y en virtud a nuestro espíritu investigador introdujimos cría de cochinilla y de grillo.
Cuando las cosas marchaban sobre ruedas y Gregoria saltaba en una pata porque nuestra harina de insecto y nuestros concentrados a base de caracol se vendían bastante bien, Nicolo y yo caímos en una suerte de depresión. Había tanto por saber y nuestras herramientas a mano eran tan escasas… «Figúrate, Angelita, que se llegó la hora de emprender el vuelo. La verdad, esta tierra te quedó chica. Tienes que ir a la universidad a aprender, a investigar, a descubrir nuevas formas. Yo por mi parte me quedaré aquí cuidando nuestro tesoro. No te aflijas. Goyita, sus nietos y yo sacaremos esto adelante».
Mis primeros vuelos fueron de corto alcance. Iba a la universidad, estudiaba, aprendía y regresaba a mi terruño a aplicar y a replicar lo que había aprendido sobre… “Figúrate, Nicolo, qué cosas más interesantes...”, las potencialidades de la cría de cucaracha y las propiedades de los venenos del escorpión, la avispa y la araña para la cura de enfermedades catastróficas.
Pero la curiosidad y el deseo de saber me motivaron a volar más lejos, primero a Chile y a Brasil, luego a España, a Inglaterra y a Alemania. Durante el proceso, olvidé el camino a casa, me enclaustré tanto en aulas de clase, foros y laboratorios que perdí el contacto con mi esencia, se me borró de la mente el olor de la caca y Nicolo y Goyita se convirtieron en polvo de estrella.
Un buen día, el de la crisis existencial que siempre llega, la noche me sorprendió achantada, afligida y contemplando un rincón de mi habitación… «Te equivocas de medio a medio, doctora Paternina, lo que ves allí no es caca de ratón, sino meras figuraciones. Pero si quieres contemplar y oler caca de verdad...».
Quería, por supuesto que yo quería. Entonces, sin pensarlo dos veces, me dejé conducir por la Angelita que alguna vez fui quien, entre figúrate y más figúrate, me llevó hasta un jardín, me quitó los resabios, me volvió a conectar con la vida, y con heces de todo tipo, de paloma, de gorrión, de perro lanudo, de búho, de murciélago, de ratón, de reminiscencias, construyó para mí una gran pelota. Cuando la susodicha estuvo lista, Angelita me preguntó… «¿Entramos?», y yo le respondí que sí, que había llegado el momento de completar mi metamorfosis.
La pelota rodó y rodó y rodó. A veces confundió el rumbo, a veces se encunetó. Sin embargo y como no podía ser de otra manera, al fin arribó a su lugar en el mundo, un terreno pedregoso en medio de la nada, a varios kilómetros de la quebrada, vecino de un pantano nauseabundo y en donde, contra todo pronóstico, funcionaba la empresa AG&N (Angelita, Gregoria y Nicolás), soluciones biotecnológicas para la vida.
No viene al caso mencionar aquí reencuentros, besos, abrazos, reproches, risas, llantos y mocos. Lo que no se puede pasar por alto en cambio es que, tiempo después, se nos veía a toda hora y en los lugares más singulares a Hermenegildo, el nieto menor de Gregoria, y a mí brincando la cuerda, trepando árboles, sorbiendo mocos y platicando más o menos de este modo… «Figúrate, Nigildito, qué animales más interesantes son los eloniscídeos o marranitos de tierra. Devuelven la materia orgánica al suelo para que esta pueda ser digerida por hongos, protozoos y bacterias. Además, elimina metales pesados del mismo, como el plomo, el cadmio y el arsénico. Con respecto a su caca...».
Como de su caca no se sabía casi nada, Nigildito y yo nos dimos a la tarea de estudiarla. Y en esta y otras tareas consumimos horas y más horas. Horas felices y provechosas. Horas para recordar, y horas para descubrir que en la investigación se encuentra la caca de la vida, digo, se encuentra la chispa de la vida.