Resumen
Un vigilante ve como desaparece su clienta, no cesará en su empeño de encontrarla.
Relato
ENTREACTO
Entre tanto público era difícil vigilarla sin llamar la atención, así que aproveché el entreacto para salir a la calle a darle al vicio. Muchas veces me he preguntado por qué sigo con un hábito tan sucio, el del tabaco. La vigilancia es deber, es por lo que me pagan. Pero sigamos, que si empiezo a divagar me pierdo y me olvido de lo que vine a contar.
En la puerta del teatro se habían arremolinado los fumadores, yo me quedé alejado unos metros, siempre huyo de las multitudes; la verdad es que no me gusta la gente, no la soporto. Fue entonces cuando le vi, por un momento pensé que era una alucinación, pero no, allí lo tenía, tan real como podemos serlo tú y yo.
Hasta ese momento había dudado de su existencia, a ver, un doble de Brad Pitt que se dedica a seguirte no es que sea muy creíble. Pero ahí lo tenía, lo estaba viendo con mis propios ojos. Laura Rivas tenía razón.
Intenté disimular, algo inútil, el tipo me miraba fijamente, con una intensidad que me perturbó e hizo bajar mi mirada. Estaba claro que sabía quién era yo, y a que me dedicaba. Recordé en ese momento lo que me dijo Laura la primera vez que hablamos: «Él ve dentro de mí».
Cuando levanté la cabeza ya no se hallaba allí, maldije mi ineptitud; no debería haber abandonado el teatro. Crucé a paso ligero la entrada del local y busqué a mi clienta. Vi como entraba a su palco, no iba sola, un hombre con traje negro la llevaba del brazo.
Antes de cerrar la puerta, el sujeto se giró y me dedicó una breve mirada. Solo fueron unos segundos, pero bastó para que el horror se apoderara de mi ser. Era yo quien sonreía desde la entrada del palco. Esa fue la última vez que vi a Laura Rivas.
En comisaría, una decena de testigos me reconocieron como el acompañante de la mujer que se había evaporado de su butaca. La policía no encontraba solución a la desaparición de mi clienta. De nada sirvieron mis explicaciones sobre el misterioso sosias, no me creyeron, pero acabaron soltándome por falta de pruebas.
Han pasado cinco años desde aquella noche en que aproveché el entreacto para salir encenderme un cigarrillo. No he vuelto a fumar, tampoco a dormir ocho horas seguidas. Me he dedicado a estudiar obsesivamente todos los pasos que di esa tarde. Siempre acabo en el mismo callejón sin salida.
Esta noche pienso aclararlo todo, alguien me va a dar las respuestas, aunque se las tenga que sacar a golpes. Me ha costado, estas dos semanas me han estafado, se han reído de mí y me han humillado, pero por fin tengo una dirección. El domicilio del actor que parece no envejecer. Tenemos pendiente una conversación.