Emma y el bosque de la Alameda
Autor: Ocho estrellas
Fecha publicación: 21/02/2023
Certamen: II Certamen
Resumen
Emma, una joven como cualquier otra, decide explorar el bosque de su pueblo, cuando descubre un secreto entre sus senderos. Bajo un árbol centenario hay una cabaña, la cual es el hogar del Guardián del Bosque. Emma, decidida a conservar el bosque, se convierte en Guardián del Bosque.
Después de aprender cómo cuidar los árboles y sembrar plantas, un incendio amenaza el bosque.
Emma, con la ayuda de la magia, protegerá el bosque, y hará resurgir su vida con la ayuda del resto del pueblo.
Finalmente, la comunidad local se concienció de la importancia de cuidar el bosque y de no
encender hogueras o barbacoas en zonas no habilitadas para ello, y por otro lado, Emma se convirtió en una líder y una fuente de inspiración.
Relato
La Alameda, un bosque hermoso y tranquilo a las orillas del pueblo, era el
lugar perfecto para pasar una tarde de verano, leyendo un libro en un banco al sol o
echando a volar una inmensa cometa. Sin embargo, había un secreto que pocos
conocían sobre la Alameda, un secreto que se escondía detrás de los árboles y los
arbustos.
Un día, una niña llamada Emma decidió explorar el bosque más allá de los
senderos conocidos. Mientras caminaba, descubrió un camino poco transitado que la
llevó a un claro en medio de la montaña. En el centro del claro había un gran árbol antiguo con una cabaña construida en su base. Emma se acercó a la cabaña con curiosidad y abrió la puerta.
Una vez dentro, lo que vio la dejó sin aliento.
La cabaña se expandió revelando un espacio mucho mayor, como si el árbol se
desperezase ensanchando su tronco. Las paredes de ramas y hojas se deslizaron unas
sobre otras hasta abrir una habitación mágica, llena de libros y objetos extraños.
En el centro de la amplia habitación había una butaca, y en ella había sentado un
anciano con una larga barba blanca y una túnica verde. El anciano sonrió a Emma y
dijo:
—Bienvenida, joven viajera. He estado esperando tu llegada durante mucho
tiempo.
Emma se quedó boquiabierta, sin saber qué decir ante tanta maravilla. Tras un
largo silencio, se atrevió a caminar entre las raíces fosforescentes de aquella misteriosa
estancia y preguntó:
—¿Quién eres? ¿Qué es este lugar?
—Soy el guardián de este bosque. He vivido aquí durante décadas, custodiando
la Alameda y su entorno. Este árbol es la fuente de vida de toda la montaña y me otorga el poder de utilizar la magia para cuidarla.
—¿Magia? ¿Hay magia en estos árboles?
El anciano asintió.
—La naturaleza es mágica por sí misma, pero este árbol me concede poder para
controlar y manipular la naturaleza. También me da la capacidad de comunicarme con
los animales. Pero todo ello sirve para cumplir una importante misión, la de proteger el parque. Sus árboles y animales son el pulmón del pueblo en el que vivís. Para que lo entiendas, sin el parque, los seres humanos no existirían.
—¡Yo quiero proteger el parque y a mi tierra! ¿Qué debo hacer para
convertirme en guardián?
—Tienes un corazón puro y humilde, joven Emma. Pero para convertirte en
guardián debes amar y respetar la naturaleza, y estar dispuesto a poner tu vida en peligro
para proteger la Alameda. ¿Estás dispuesta a hacerlo?
—¡Si! —contestó Emma, con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Haré lo que haga
falta!
—Entonces, te doy la bienvenida, Emma. A partir de hoy, eres una guardiana de
la Alameda.
De esta manera Emma se convirtió en el ayudante del anciano. Los primeros días
aprendió cómo se prepara la tierra para plantar flores y en qué época del año hay que
podar los árboles. Todo tenía su truco. Y pronto entendió la importancia de recoger la
basura de la naturaleza, cuando tuvo que rescatar a un pez del lago que estaba atrapado
en una lata de refrescos.
A medida que pasaban los días, Emma aprendió más sobre la naturaleza y sus
secretos. Descubrió que había un arroyo escondido detrás de una cascada y una cueva
oculta en una colina. También aprendió sobre los animales que vivían en el bosque,
como los mapaches y los zorros, y cómo el anciano los protegía.
Un día, un incendio forestal amenazó con destruir La Alameda.
Emma y el anciano trabajaron día y noche para intentar apagarlo, pero finalmente el
fuego consumió gran parte del bosque.
Los ojos del anciano, al ver su parque sepultado bajo cenizas, se
fueron apagando, como si se quedasen sin brillo. Y entre sollozos, el
anciano rogó a Emma su incondicional ayuda.
Emma, a pesar de estar devastada por la pérdida del hermoso bosque que había
aprendido a amar, decidió no dejar que la desesperación le venciera. Sacudió la cabeza
con fuerza, espantando aquellos pensamientos que le hacían sentir tan mal, y regresó a
la cabaña del árbol mágico, donde las llamas aún no danzaban.
Utilizando el árbol como fuente de energía y su habilidad mágica, Emma
comenzó a trabajar en un plan para proteger la Alameda.
Cuando tuvo claro qué iba a hacer, salió de la cabaña, se encaramó al
árbol mágico, y sintiendo el incesante murmullo de los latidos de su corazón soltó un
susurro. El susurro resonó entre los árboles como un silbido cortante e incesante, y
entonces Emma inspiró profundo, satisfecha.
Los árboles, tras descifrar el mensaje, agitaron fuertemente los troncos y
aletearon las hojas de sus ramas, creando un confuso rumor de viento que se perdió en
la lejanía.
Más allá del bosque apareció un torbellino, el cual serpenteó hasta
alcanzar una cascada de agua. Su viento enfurecido removió el arroyo y el agua saltó
hacia el cielo salpicando todas y cada una de las plantas y árboles del parque. Las
llamas se extinguieron, el suelo se humedeció y el ambiente se enfrió al tiempo que un
vapor se elevaba del suelo con un olor a humo, a chamusquina, a madera
quemada y a desesperación.
Después de extinguir el incendio, Emma usó su magia para estimular el
crecimiento de nuevas plantas y ayudar a las semillas existentes a germinar. También
trabajó en la atracción de animales y aves para que volviesen a habitar el bosque.
Pero Emma no se limitó a trabajar sola, también se unió con la comunidad local
para ayudar en la restauración del parque. Con su liderazgo y su habilidad mágica, logró
movilizar a los vecinos del pueblo para limpiar el área quemada, sembrar nuevas plantas y construir refugios y nidos para los animales.
Con el tiempo, y tras mucho esfuerzo, lograron hacer resurgir la Alameda. Los
árboles y las flores volvieron a vestirse de gala con su repertorio de colores. Los
animales regresaron felices a sus nuevos hogares y el parque volvió a ser el lugar
tranquilo y hermoso que era antes del incendio.
La comunidad local se concienció de la importancia de cuidar el bosque y de no
encender hogueras o barbacoas en zonas no habilitadas para ello. Emma se convirtió en
una líder y una inspiración para ellos. Y, en consecuencia, muchos jóvenes quisieron
formar parte del Clan de los Guardianes del bosque. La Alameda se convirtió en el
principal símbolo de resiliencia y esperanza de los lugareños.
Unas semanas más tarde, cuando la gente volvía a leer bajo el sol de la Alameda
y las cometas surcaban los cielos, el bondadoso anciano, antiguo mentor de Emma,
sonrió por última vez. Su sonrisa, a pesar de tener una textura pálida y arrugada,
rezumaba felicidad, la felicidad de ver que su aprendiz había salvado el bosque y el pueblo.
A partir de ese momento, la Alameda se convirtió en un lugar aún más especial
para Emma, un lugar lleno de recuerdos y aventuras. Y siempre recordaría al anciano
que la había enseñado a amar la naturaleza y a cuidar de ella, y a no rendirse nunca ante
la adversidad.