El susurro del valle


Autor: Raquel Dávila

Fecha publicación: 19/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

El valle susurra quien ha nacido allí.

Relato

Título: El susurro del valle
Era una fría mañana de invierno en Espot, un pintoresco pueblo enclavado en el corazón de los Pirineos catalanes. El sol apenas asomaba por el horizonte, tiñendo de tonos rosados las cumbres nevadas que rodeaban el valle. La niebla se levantaba lentamente, revelando las siluetas de las construcciones románicas que caracterizaban el lugar.
Marc, un joven guía local, se preparaba para un día más de trabajo en la estación de esquí. A su paso, el río Noguera-Pallaresa fluía sereno, mientras que las aguas del río Escrita se mezclaban en una armoniosa danza.
Ese día, el grupo de turistas que debía guiar era peculiar. Había una pareja de Barcelona que buscaba huir del bullicio de la ciudad, una mujer francesa amante de la naturaleza y un anciano alemán apasionado por el arte románico.
El recorrido comenzó con un paseo por las estrechas calles de Espot, donde Marc les mostró las casas de piedra y madera que formaban parte del legado arquitectónico del pueblo. No tardaron en llegar a la iglesia de Santa Llogaia, un edificio románico del siglo XII que parecía desafiar al paso del tiempo.
Continuaron su camino hacia el Parque Nacional de Aigüestortes y lago San Maurici, uno de los tesoros naturales más preciados de la región. A medida que se adentraban en el parque, los turistas quedaron maravillados por los frondosos bosques de abetos y hayas que se erguían como guardianes del valle.
En un momento dado, el grupo se detuvo frente a uno de los meandros del río Noguera-Pallaresa, que serpenteaba entre las montañas. La mujer francesa, llamada Claire, se acercó a Marc y le preguntó en un español titubeante:
¿Por qué llaman a este lugar "Aigüestortes"?
Marc sonrió y, señalando el río, respondió:
Es porque el agua fluye en meandros, formando curvas y recovecos. En catalán, "aigües tortes" significa "aguas torcidas".
El anciano alemán, Heinrich, se adelantó para observar una pequeña ermita en medio del bosque. Conmovido por la belleza del lugar, comenzó a hablar con entusiasmo sobre el arte románico que se respiraba en cada rincón del valle.
A medida que el sol avanzaba hacia el cenit, los turistas comenzaron a cansarse. Decidieron detenerse a descansar junto al lago San Maurici, cuyas aguas cristalinas reflejaban el azul del cielo y las montañas circundantes.
Mientras compartían sus bocadillos, Marc les contó leyendas y anécdotas locales, como la historia del gigante que, según la tradición, habitaba en las montañas cercanas y había tallado los valles con sus enormes manos. Los turistas escuchaban embelesados, fascinados por la riqueza cultural de Espot y sus alrededores.
Una vez recobradas las fuerzas, el grupo retomó la marcha, esta vez en dirección a la estación de esquí. Al llegar, la pareja de Barcelona, Laura y Jordi, se mostraron emocionados ante la idea de deslizarse por las pistas nevadas. Marc les ofreció algunas indicaciones y consejos para disfrutar al máximo de la experiencia.
Mientras tanto, Claire y Heinrich decidieron explorar los alrededores de la estación, encontrando un pequeño sendero que conducía a una cascada oculta entre las montañas. El murmullo del agua al caer parecía contar historias milenarias del valle, y ambos se sintieron agradecidos por haber descubierto aquel rincón secreto.
Cuando el sol comenzó a descender tras las montañas, marcando el fin del día, el grupo se reunió de nuevo en el pueblo. Exhaustos pero felices, se despidieron de Marc y se prometieron regresar en otra ocasión para seguir descubriendo los tesoros de Espot y su entorno.
Esa noche, Marc se acercó al río Noguera-Pallaresa y, mientras escuchaba el susurro de sus aguas, sintió una vez más la profunda conexión que lo unía a su tierra. Con una sonrisa en los labios, agradeció en silencio a la naturaleza y a la historia por haberle regalado un hogar tan único e inolvidable.