EL REINO DE LOS PERDIDOS


Autor: Ane Frod

Fecha publicación: 17/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

En el reino de los perdidos hay seres fantásticos volando de lado a lado, hombres con orejas de elefante y mujeres con alas de pájaro. Animales que solo pueden existir en libros de fantasía y colores que huelen a flores. Las calles están iluminadas por piedras preciosas de formas diferentes y que brillan más que el sol.
— ¿Qué tipo de mundo es este?
— Es el mundo de los sueños, el reino de los perdidos, donde los rechazados e infortunados pueden ser felices. Donde los niños no sufren y los adultos no están permitidos.

Relato

EL REINO DE LOS PERDIDOS

— ¿Quién eres? ¿Eres amigo del abuelo? ¡El abuelo dice que no podéis estar aquí sin hablar con él antes! ¡Fuera de mi habitación, no quiero hacer esas cosas raras ahora!
— Tranquila niña, no soy nada de tu abuelo y tampoco te voy a hacer nada.
— ¿Entonces, quién eres y qué quieres?
— Soy el príncipe de los perdidos, y vengo a cumplir tus sueños.

Recuerdo poco de mi vida antes de llegar al reino. Hace ya mucho tiempo que me convertí en el monstruo que soy y deje atrás mi vida humana junto con mis sentimientos. Cuando trabajas en un empleo como el mío, puede parecer que la falta de emociones es una ventaja, pero muy al fondo de mi corazón, siento que detrás de una puerta tengo encerrados ese dolor y afección que ahora me faltan, conviviendo con los recuerdos de mi infancia.
— ¡Mamá! ¡La maestra dice que me tienes que venir a recoger! — Digo mientras abro la puerta — Dice que no me va a traer más, que la próxima vez dormiré en el colegio! — Espero una respuesta — ¿Mamá? — Entró en la autocaravana y aparto la montaña de latas en busca de mi madre — ¡¿Mamá, dónde estás?!
— Deja de chillar niño idiota, me duele la cabeza. — Dice mi madre levantándose del suelo y aseándose un poco la ropa, que tiene manchas de vómito por todas partes. — Dile a tu maestra que me da igual si duermes en el colegio, yo no voy a ir a buscarte.
— ¿Entonces cómo volveré, Mamá?
— Me es igual, me parece mejor que no vengas — Habla mientras abre otra lata de cerveza y enciende eso que ella llama "felicidad"
— Mamá no digas esas cosas, no es divertido, cuando dices esas cosas eres mala. — Al momento se me corta la respiración. He dicho una cosa muy fea, mama se va a enfadar, mamá me va a gritar, he dicho algo que no es verdad, he dicho una mentira.
— ¿Qué has dicho mocoso ingrato?
— Yo, yo, yo, yo lo siento mamá, perdón, no quería decir eso, soy un niño malo mamá, perdón, lo siento.
— "Yo, yo, yo" ¿Qué eres idiota, un loro? — Mamá me agarra de la camiseta — si no te veo fuera de mi vista en dos segundos te haré tanto daño que no podrás ni ponerte en pie, ahora ¡fuera! — Mamá da miedo, su cara estaba toda roja y su respiración resuena por toda la casa. Sin pensarlo me levanto y corro a mi habitación. Cierro la puerta dando un gran golpe y pongo el pestillo. Me siento en un rincón de mi cama, tapado completamente por la sábana mientras tiempo y miro a la puerta. Tengo mucho miedo.
— Esto apesta, deberíais ventilar un poco más — Habla una voz desde la ventana. Me levanto del susto y agarró uno de mis juguetes, uno de los que me regaló el exnovio de mamá, como si fuera un arma.
— ¿Q-Quien eres y q-q-que quieres?
— Tranquilo chico, soy el príncipe.
— ¿El príncipe de qué?
— El príncipe de los perdidos, y vengo a hacer tus sueños realidad. — Dice el extraño mientras mira los libros que he traído de la escuela. — ¿Te gusta leer? — Asiento, aún con el juguete en guardia — "El príncipe azul" "La espada del gran príncipe" "El príncipe y su dragón". Parece que te gustan los príncipes — Vuelvo a asentir — ¿Y no te gustaría ser uno?
— Eso es imposible, solo soy un chico normal.
— No niño, nada es imposible en el reino de los perdidos. — Dice mientras se pone a mi altura y baja el juguete para mirarme a los ojos. — Incluso puedes ser un príncipe.
— ¿Cómo?
— Solo tienes que seguirme.
La profesora siempre dice que no sigamos a extraños. Estoy a punto de negarme a ir con el extraño, cuando el pestillo de mi habitación empieza a ser forzado.
— Entonces qué, chico. ¿Vendrás conmigo o te quedarás aquí? ¿Cumplirás tus sueños? — Miro la puerta que está a punto de abrirse
— ¡Abre niño! ¡Tenemos que hablar! ¡Abre! — Mamá está enfadada, es uno de los días malos, no quiero estar aquí.
— Está bien, me voy contigo. — El príncipe sonríe
— Buena decisión, niño. — Y salta por la ventana por la que ha entrado — Vamos, tenemos un largo camino que recorrer — Dice mientras salto yo.
Comenzamos a caminar por todo el parking de caravanas, nadie se extraña por mi acompañante, como si no lo vieran. Caminamos durante mucho tiempo, incluso cae la noche. De un momento a otro el príncipe se para y salta dentro de un árbol, con miedo, le sigo. Dentro del árbol hay un pasadizo. Cada vez se va haciendo más pequeño, llega el momento en el que tengo que ir de rodillas con la cabeza gacha y pierdo de vista al príncipe. El pasadizo se hace más grande y vuelvo a ver luz. Levanto mi cabeza, estamos en un mundo diferente al mío.
— ¿Dónde estamos príncipe?
— Bienvenido al reino de los perdidos.
Hay seres fantásticos volando de lado a lado, hombres con orejas de elefante y mujeres con alas de pájaro. Animales que solo pueden existir en libros de fantasía y colores que huelen a flores. Las calles están iluminadas por piedras preciosas de formas diferentes y que brillan más que el sol.
— ¿Qué tipo de mundo es este?
— Es el mundo de los sueños, el reino de los perdidos, donde los rechazados e infortunados pueden ser felices. — Dice el príncipe detrás de mí. Me giro para verlo, pero en su lugar solo veo un zorro.
— ¿Príncipe? — El zorro sonríe
— ¿Sorprendido? Ya te dije que el reino era un lugar especial. — Salta a mi espada — Entonces, ¿preparado para vivir aquí?
— ¿Vivir aquí? Pero… Tengo que volver con mamá, con la maestra, al parque de caravanas.
— Vamos chico, ¿de verdad quieres dejar atrás esto, tus sueños, el mejor reino del mundo, para vivir donde vives? Vamos, dame una oportunidad, te enseñaré cómo te puedes convertir en el próximo príncipe de los perdidos. — El príncipe camina en dirección a un gran puente que se parece mucho al que hay en el centro de mi ciudad, y se convierte lentamente en humano, se para y me mira — ¿Vienes? — Sin dudarlo le sigo.
Cruzamos el puente y algunos seres fantásticos saludan al príncipe, alumnos vuelan sobre mi cabeza, me rodean y cantan canciones extrañas. El príncipe y yo seguimos caminando, poco después cruzamos todo el puente.
— ¿Hemos vuelto a la ciudad?
— Algo así, estamos en la ciudad, nosotros podemos ver a los habitantes del reino humano, pero ellos no nos pueden ver.
— ¿Somos invisibles?
— Supongo.
— ¿Y qué hemos venido a hacer, príncipe?
— No hace falta que me llames príncipe, puedes llamarme Zorro.
— Que raro ¿Ese tu nombre?
— Uno de ellos — Dice riendo. — Hemos venido a trabajar
— ¿Ha trabajado? ¿De qué trabajas Zorro?
— Ya te lo he dicho, cumplo sueños, los sueños de los niños.
— ¿Y no cumples los de los adultos?
— No — La mirada de Zorro se vuelve oscura, como si se estuviera serio de repente — Los adultos son nuestro enemigo.
— ¿Por qué?
— Ellos son la causa de que los niños dejen de soñar. — Entra en una tienda, una de las que mamá siempre visita cuando me lleva al colegio — Por ejemplo aquí. El dueño de esta tienda es malo, muy malo. Pega a sus dos hijos, son un poco más pequeños que tú. — Atraviesa la pared y yo hago lo mismo.
Dentro veo todo manchado de sangre, a los dos niños tirados en el suelo. Me empieza a faltar el aire, recuerdo como mamá me pega cuando se enfada o cuando tiro una de las latas que roba del supermercado. El príncipe me ve.
— Tranquilo niño, hemos venido a parar esto. — Coge una de las botellas, la rompe contra la pared — No apartes la vista, quiero que veas lo que va a pasar. — Y con un movimiento muy rápido le clava la botella al dueño del bar.
— ¡Q-q-qué has hecho! ¡Lo has matado!
— Eso le pasa a mis enemigos, a los enemigos del reino. — Me caigo al suelo, el dueño del bar está muerto, el príncipe lo ha matado, pero… Entonces ya no le hará más daño a sus hijos. — ¿Lo entiendes no? Mi trabajo es salvar a los niños. — Detrás de mí apareces dos hadas. Zorro y ellas se miran y sin intercambiar una palabra las hadas empiezan a curar a los niños y el Zorro me saca de allí.
— ¿Entonces tu trabajo es matar a los malos?
— No siempre los mato, a veces solo les doy un susto. Simplemente tengo que hacer los sueños de los niños realidad. Entramos en otra tienda. — ¿Preparado para hacerlo de nuevo? — Asiento, yo también quiero proteger a los niños.
Hemos pasado el día entero cumpliendo deseos, Zorro me ha explicado que no siempre es tan extremo como lo que ha pasado esta mañana, que la mayoría de veces solo hay que hacer que alguna persona lo vea o simplemente hacer que los policías se den cuenta de que los niños están sufriendo. Es de noche y el príncipe y yo volvemos a estar en el reino de los sueños.
— ¿Volveré a casa?
— No, te enseñaré como es el reino de los sueños.
— Pero si ya he aquí estado antes.
— Pero no lo has conocido
— ¿Conocido?
— ¡Claro! Conocer a su gente, cómo funciona, cómo nos repartimos las misiones. Vamos, has hecho una carrera hasta aquel edificio — Señala el edificio central mientras corre.
— ¡Oye, eso es trampa! — No obtengo respuesta, solo una risa burlona.
El príncipe me enseña todo el reino durante la noche y por la mañana desayunando en un bar me pregunta:
— ¿Te has decidido? ¿Te convertirás en el nuevo príncipe?
— ¿Qué pasará contigo?
— Te entrenaré. No volverás a estar solo, tendrás a todos estos amigos. — Señala a los demás clientes. — Todos te ayudarán a cumplir tu sueño, y tú cumplirás y protegerás los sueños de los niños. — Se queda en silencio — Pero sé que es una decisión difícil. Te dejaré un rato para que lo pienses.
— ¡No! Yo… Ya me he decidido, quiero vivir aquí, quiero ayudar a los niños. — El príncipe sonríe contento.
— Está bien, pero primero tienes que cumplir una misión.
— ¿Qué ha pasado esta vez?
— Es una madre, una madre que no quiere a su hijo — Pensé en mamá. ¿Me quiere? Cerré los ojos intentando recordar alguna vez en la que me lo hubiera dicho. — Despierta niño, tenemos trabajo. — Volvíamos a estar en el parque de caravanas, un coche colgaba del acantilado.
— ¡Es, es, es el coche de mamá! — Iba a correr hacia él, pero Zorro me puso la mano delante.
— ¿Estás seguro? Si la salvas, no podrás venir al reino. Tienes que cumplir tu misión. — Con un golpe de manos, estábamos encima del coche, cara a cara con mamá.
— ¡Tú! ¡Niño estúpido! ¡Ayúdame a salir de aquí! — Miro al príncipe.
— Es tu decisión, chico, haz lo que creas que es mejor. — Miro a mi madre.
— ¿Mamá, me quieres?
— ¡Claro que te quiero niño idiota, ahora sácame de aquí!
— ¿Por qué no me has buscado nana? He desaparecido un día y medio. Ni tú ni nadie se ha preocupado por mí. No le importo a nadie.
— Vamos niño, hazlo y podrás venir conmigo.
— ¡Sácame de aquí, niño tonto, antes de que me mates!
— Mamá, ¿cuál es mi nombre?
— ¿Tu nombre? Tu nombre es, es, es…
— "Es, es, es" ¿Qué eres un loro? Mamá, dime, cuál es mi nombre.
— ¡Tu nombre es Ángel! — Sonríe victoriosa, y yo me rio, me rio como nunca me he reído, me río porque sé que no me quiere, me río porque sé que tampoco soy tan importante para Zorro, me río porque estoy solo en el mundo, y por una vez, voy a hacer lo que yo quiero.
— No mamá, yo soy el príncipe de los perdidos. — Empujo el coche por el barranco.
Zorro se queda parado, como si no se creyera lo que acaba de pasar.
— ¿No lo sientes?
— Zorro, muchas historias no tienen finales felices, las que yo crearé, no serán de esas.