El peso de la realidad


Autor: Norick

Fecha publicación: 16/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Desde la temprana edad lo que nos mueve son los sueños que tenemos. Sean grandes o pequeños, no hay sensación más grande que alcanzar aquello por lo que has luchado por tanto tiempo. Pero, ¿qué hay de esos sueños muy tontos, simples o enormes? ¿Esos que sabes que son imposible de alcanzar? ¿Te olvidas de ellos o los mantienes contigo el resto de tu vida?

Relato

El peso de la realidad

Era un niño cuando tuve mi primer sueño. Simple, infantil y, en ciertas ocasiones, tonto, la fantasía ilusa de cualquier joven que se repetía una y otra vez en mi cabeza. Pero, aun así, era poderoso. Sobrevivió los años y las experiencias de mi vida, superando el cinismo de la adolescencia y la crueldad de la adultez, para transformarse en una obsesión que todavía puedo recordar. A veces me pregunto qué habría sido de mí si no hubiera tenido algo tan sencillo que me empujara a hallar y tener aquel sueño que tanto anhelaba.

Quería vivir una aventura, tan simple y tan tonto como eso. Deseaba experimentar lo que sería ir por el mundo en una misión por salvarlo, por conseguir algo importante o solo para rescatar a alguien. Quería viajar por el mundo, conocer gente, vivir experiencias tanto buenas como malas, superarlas todas para seguir adelante y completar un cometido. Buscaba tener un grupo, gente con la misma mentalidad lo suficientemente loca que me acompañarán y ayudarán. Amigos, aliados y rivales que me seguirían cada vez más lejos, para volvernos más cercanos y tener algo realmente genuino.

En sí, quería vivir una fantasía, estar en los mundos de las historias, de las series, cómics y películas. Era simple, si no ingenuo, pero me hacía feliz. Y estaba tan seguro de que lo encontraría. De pequeño me preparé, tanto física como mentalmente, para aprovechar la oportunidad que sabía que algún día vendría.

Pero cuando los meses pasaron a años y descubrí más de la vida, entendí más la realidad de mi situación. No había malos que vencer, misiones que completar, ni siquiera gente que en verdad pudiera ayudar. Esas historias que tanto me inspiraban no eran más que eso, cuentos... no había una gran aventura esperándome allí afuera.

Es doloroso enterarse de que un sueño es imposible de cumplir. Supongo que todos pasamos por eso, descubrir que el mundo no es lo que uno pensaba de pequeño y madurar, sea lo que signifique esa palabra. Me imagino que algunos lo aceptan y continúan, otros cambian de sueños o encuentran algo más. Pero ¿Qué hay de aquellos que deciden no abandonarlo? ¿Qué pasa con los que se quedan aferrados a algo imposible?

Tenía treinta años cuando pasó.

Disfrutaba de una pinta de cerveza en un bar, mientras platicaba con compañeros de trabajo. No se sobre qué conversábamos, supongo que de cosas de adultos con la misma emoción que uno tiene al ver la pintura secarse en la pared. Y lo peor es que participo. Entretengo la conversación, la continuó, disfruto de la bebida y nos quejamos de un trabajo tan aburrido que ni me importa recordar de qué trata.

Y luego la vi, una chica sentada en una de las mesas en la esquina. Estaba sola, disfrutando de una copa de vino y leyendo distraída un libro que no conocía. La portada mostraba una figura fantástica saltando hacia un vacío rodeado de arquitectura que ni creo poder describir ahora. Y, en ese instante, tengo un recuerdo, o quizás sea algo parecido a una sensación que había olvidado.

Dejando mi asiento e ignorando la pregunta de mis compañeros, me levanté y me acerqué tímido a la mesa, pasando por al lado, sin saber muy bien qué estaba pensando o haciendo. Al estar cerca, respiré profundo y solo pregunté.

- Disculpa ¿Qué estás leyendo?

Me encontré con una cara curiosa, ansiosa y bonita que miraba de lado a lado como buscando a la persona a quien le hablaban, sin darse cuenta de que era ella. Su nombre es Eliana. Comenzamos a platicar, conociéndonos de a poco como si fuera un baile torpe que lentamente íbamos dominando. Le pregunté sobre el libro, de qué trataba, y me describió un lugar fantástico y alienígena donde los hombres construyen su propio destino. Me narró a un grupo que atravesaba ese mundo, dedicados a descubrir, mapear y catalogarlo, al principio compañeros y luego inseparables amigos, unidos por un deseo de revelar los misterios de un sitio que apenas conocían.

- Es tonto, lo sé – me dijo, tímida, en un momento – Pero me gusta perderme en ese mundo.
- No es tonto - respondí - las cosas tienen sentido ahí.

Ahí fue cuando su mirada cambió. Ya no hablaba curiosa con un extraño, sino con un conocido con el que quería charlar. Me sonrió y ambos tomamos mientras la conversación se ponía cada vez más interesante. Me sentía atrapado de todas sus palabras y ella de las mías, como si ambos estuviéramos bajo un hechizo de nuestra propia creación. Por ese momento, me olvidé del adulto que era para transformarme en ese niño pequeño que aspiraba a tanto.

Hablamos de los libros que leímos, las series y los mundos que nos gustaría vivir, experimentar. Le conté sobre los juegos y las historias en las que me sumergía para olvidar la realidad. Hasta que por fin llegamos al sueño.

- ¿Vivir una aventura? - me preguntó.
- Era mi obsesión - le expliqué – casi una desesperación.
- ¿Y estabas dispuesto a lo que sea por conseguirla?

Preguntó de la nada, desconcertándome. No sabía si solo quería conocer o pretendía decir algo más con eso. Igual, lleno de energía, vigor y alcohol, no lo pensé mucho y le dije.

- Es lo único por lo que sacrificaría todo lo demás.
- Eso es todo lo que tenía que escuchar.

Dijo al levantarse de su asiento, agarrando el libro y poniéndose a mi lado para susurrar.

- Sígueme y te lo daré.

El tiempo se detuvo.

El bar quedó en silencio mientras el resto de la gente flotaba congelados donde estaban. Los segundos pasaron, pero el mundo se rehusaba a moverse. Todo menos ella y yo. O, por lo menos, así es como se sentía.

- ¿De qué estás hablando? - pregunté.
- Es tiempo de poner a prueba tu convicción - Me dijo alargando su mano para pedir la mía.

La miré por un instante, dudando de lo que pasaba y de lo que debería hacer. El sentido común me gritaba que me alejara, que lo que sea que fuera eso no era lo que yo buscaba. “Esto no es una historia” dijo una voz por algún lado de mi cabeza, que no dejaba de recordarme que esta era la vida real. Pero entre más analizaba la situación, entre más complejos eran los argumentos lógicos con los que me intentaba convencer, más parecía ignorarlos por esa suave y delicada mano que prometía tanto.

La agarré y ella me jaló, levantándome y llevándome hacia la puerta del bar. Pasamos por los cuerpos congelados que seguían atrapados en alguna clase de conjuro hasta que llegamos a la entrada.

- Detrás de esta puerta te espera otro mundo – me dijo - ¿estás listo?

Por ese momento, todo lo demás dejó de ser, volviéndose simple oscuridad o nada. Solo ella, la puerta y yo existíamos. Sentía mi pulso en mi cuello, el temor de hacer algo que podría cambiarlo todo, pero junto a eso también la emoción de alcanzar algo que había esperado toda mi vida.

Asentí, no sabiendo bien lo que iba a pasar.

Cruzamos el umbral y el mundo volvió a moverse al entrar a una pesada lluvia que parecía ahogar toda la realidad por entero. Tropecé en el primer paso, cayendo contra el duro suelo de concreto que se me hacía muy familiar. Al incorporarme, no me encontré con algo desconocido, sino con la calle de la ciudad, la avenida del bar y el conocido ruido de los carros en su rápida carrera para perderse a la distancia.

Confundido y empapado, vi a mi alrededor, volteando a la entrada del bar para encontrarla a ella, también mojada y mirándome.

- No entiendo ¿Qué está pasando?.

Le pregunté en pánico, sintiendo una combinación de vergüenza y furia crecer en mi interior. “Otro engaño más” dijo la voz en mi cabeza.
La chica se rio de forma inocente, alargando nuevamente la mano para ayudarme con una sonrisa.

- ¿Qué esperabas? - contestó - lamento decir que esto es todo lo que te puedo dar.

Sus palabras hicieron eco a la decepción que sentía en ese momento. Pero no me dejo perderme en aquella desesperación. Sin aviso, ella agarró mi mano y me ayudó arriba.

- Pero eso no significa que no hay una aventura por encontrar – dijo.
- ¿A qué te refieres?
- Bueno, este mundo aún tiene sus misterios por resolver, ¿no? - respondió - Creo que por eso nos conocimos esta noche.

No pude evitar reírme en ese momento, tratando de esconder mi frustración. Como si fuera tan fácil.

- Este mundo no tiene sentido - le expliqué con tanta vileza como podía expresar - No tiene nada de lo que yo esperaba.
- Tal vez, pero aún no lo conocemos del todo - respondió, levantando los hombros – ¿acaso esa no es esa la aventura? ¿Descubrirlo por nosotros mismos?
- ¿Y volver a quedar decepcionado? ¿Por qué tomar ese riesgo?
- Para ver si podemos estar equivocados.

Ahí estaba, nuevamente la promesa de algo más. La miré por un rato, antes de decir.

- Te aseguro que no será tan emocionante como en las historias.
- Tal vez, o tal vez, solo necesitábamos encontrar a la persona correcta para que lo sea.
- Quizás – y, con una sonrisa, agregé - estás loca, ¿lo sabes?
- Entonces, me alegro de que tú también lo estés, así me haces compañía.

Ambos nos reímos antes de continuar por la calle, dejando que la lluvia nos cayera encima y dirigiéndonos hacia la ciudad, a un futuro incierto que por primera vez no conocía. Era tiempo de descubrir las aventuras que podíamos tener en este mundo.