Resumen
Se trata de la historia de un niño que viaja a Marte en una motocicleta espacial. Una gran sorpresa le espera cuando aterriza en el Planeta Rojo.
Relato
Cuentan que hubo un niño capaz de fabricar una motocicleta voladora para viajar a Marte. El niño se llamaba Orión.
Dentro del taller de su padre, un mecánico industrial, Orión fue juntando pernos con perillas y metales; martillos y sierras y taladros; llantas y correas y neumáticos; tornillos, chips, soldaduras y otras cosas que le permitieron crear alas aerodinámicas para su maravillosa motocicleta voladora.
También elaboró un fino sistema electrónico que le permitió monitorear su trayecto nocturno con lujo de detalle. Cabe destacar que todo lo que el niño prodigio hacía era con base en un diseño que ningún hombre había imaginado jamás, ni siquiera el gran Nikola Tesla, inventor del control remoto, la radio y la lámpara de neón.
El niño prodigio logró elevar su torre de salida en unas cuantas semanas sin mayor dificultad. Una vez preparado para el despegue, entró en la cápsula de su motocicleta voladora, aprovechó la combustión del carbono con el oxígeno y salió despedido como un misil balístico que surcó la estratósfera hasta dejar atrás el globo terráqueo.
Orión viajó con un casco espacial que le indicaba la velocidad de su trayecto y otros datos físicos sobre el universo contenido por una baja densidad de partículas y radiación electromagnética. En su fantástico viaje pudo esquivar asteroides y ver constelaciones de galaxias difuminándose como polvos de colores que rellenaban de luz los planetas en movimiento gravitatorio.
Finalmente, Orión pudo ver una esfera roja flotando a lo lejos. ¡Era Marte, el segundo planeta más pequeño del sistema solar, después de Mercurio!
Sin embargo, a pesar del ingenio, la invención y la originalidad con que fue construida la motocicleta espacial de Orión, algunos desperfectos inesperados la hacían cada vez más lenta y se tardó 162 días en llegar a la superficie marciana. El desgaste físico y mental que suponía un viaje tan largo hizo que Orión llegara exhausto al Planeta Rojo, donde decidió descansar un momento luego de estacionar su motocicleta voladora en la superficie del planeta telúrico.
Sin embargo, a pocos metros estaba un astronauta acampando en aquel extraño terreno rocoso. Orión pensó que era un espejismo provocado por el cansancio, cerró los ojos y se dispuso a dormir. El astronauta se acercó a Orión y le extendió la mano enguantada de su traje blanco para saludarlo, pero el niño seguía roncando. Luego le quitó el casco espacial y finalmente abrió los ojos del niño para decirle:
—Hijo, soy tu papá y estabas soñando.