El muerto eres tú


Autor: Flexar

Fecha publicación: 13/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Una policía se encuentra con un cadáver que resulta ser el de su jefe...

Relato

¡El muerto eres tú!

1. Paloma

Todos los cursos de cómo escribir una historia nos hablan de hacer fichas de los personajes. Su aspecto físico, su altura, sus medidas, el color de sus ojos, la longitud de su cabellera, su sonrisa, etc. Voy a saltarme esa ficha, para decir lo único importante para esta historia: Paloma era bajita.

Sí, Paloma era bajita. ¿Y qué tiene que ver su estatura con esta historia? Pues tiene que ver que Paloma era hija de dos policías y que la animaron a hacerse criminóloga. Pero nunca pudo acceder a la academia de Policía Nacional de o de la Guardia Civil, pues era dos centímetros más baja de lo que exigían para el examen.

Una pena que la valía de una persona sea juzgada por su estatura. Probablemente, es inconstitucional, pero ¿quién se atreve a entablar una demanda? Ahora se discute si una persona debe ser considerada macho o hembra y se da la libertad de elección. ¿Por qué debe ser más importante el sexo que la estatura? ¿Por qué Paloma no puede decir que mide 1,70? ¿Qué es más importante, los rasgos sexuales secundarios o la estatura? ¿Por qué una persona puede decir que es macho o hembra por su propia voluntad y no decidir su estatura por los mismos motivos? Creo que es el momento de manifestarse a favor de que la estatura sea una elección individual.

Paloma era rubia, con una larga cabellera, y unos preciosos ojos azules. No era demasiado delgada, pero tampoco demasiado gorda. Creo que para la mayoría de los jóvenes (machos) de su entorno era considerada muy atractiva.

Paloma, tras su realizar y sacar sobresaliente en su máster de investigación criminal, logró que la contrataran como experta de laboratorio en un centro de medicina forense. Era la experta en huellas digitales. Sabía todo lo que había que saber sobre ellas. Era capaz de revelarlas de los sitios más inverosímiles: tela o guantes de látex.

Paloma era muy buena trabajadora. Siempre creyó que sus padres le habían puesto «Paloma» como homenaje al inspector «Colombo», pero nunca se lo dijeron.

Paloma tenía un máster europeo en investigación criminal, un grado europeo en Criminología y trabajaba en un centro de medicina forense como experta en huella dactilares. Eso era lo importante.

Su jefe era Erik, criminólogo. Experto en huellas digitales e informática. Estaba considerado un genio, pero creo que es mejor que lo contemos en su ficha.

2. Erik

Probablemente, por su nombre, haya que pensar que es alto, rubio y probablemente de habla alemana o algo por estilo; pero para la historia que nos ocupa eso es intrascendente. Lo importante es que tenía un grado europeo en informática y otro en criminología, también tenía un máster en delitos informáticos.

Cuando la oficina forense en la que trabajaba, y en la que era jefe de Paloma, adoptó los algoritmos de identificación digital informatizada, él fue el que adaptó los programas generales a las necesidades locales. El programa vino hecho de una fuente libre, pero adaptarlo al castellano y a las costumbres de las oficinas forenses del país lo hizo él. No era una tarea que exigiera demasiados conocimientos científicos, pero sí sentido común y conocimientos del entorno.

Lo hizo bien, y fue nombrado jefe del departamento de «huellas».

3. Fernando

La única forma de definir a Fernando es que era guapo. La mayoría de las mujeres lo consideran muy atractivo. Y él se aprovecha de ello. ¿Altura, color y longitud de su cabello, color de sus ojos, complexión, edad, sus temas de interés? Nada de eso importa para este relato.

Fernando trató de ser criminólogo. Fue en la universidad donde conoció a Erik y donde se hicieron buenos amigos. Pero Fernando era mal estudiante y no fue capaz de superar las pruebas.

Fernando se convirtió en un «Don Nadie», pero él conocía una de sus fortalezas: las mujeres se enamoraban de él.

Fernando decidió hacer del atractivo que ejercía sobre algunas mujeres su modo de vida. Su idea era sencilla. Las ligaba, las enamoraba, conseguía que le invitaran a sus casas, y allí les robaba. Nada importante: un poco de dinero algunas joyas y poco más. Él quería mantener un perfil bajo. No quería destacar. Todos sus robos eran de cosas de no demasiado valor. Fernando recordaba que, en varias ocasiones, en los joyeros de sus víctimas había piezas antiguas de poco valor material, pero de gran valor sentimental: Un broche que, sin duda, era de su abuela, un collar de su madre, etc. Fernando nunca las robó.

Fernando era consciente de que su punto más débil eran sus huellas dactilares. Su «profesión» implicaba invitar a restaurantes, bares, hoteles, … y, bajo ningún concepto podía ir con guantes; es decir, en todas partes dejaba sus huellas dactilares.

Que le denunciasen era muy poco probable, pero existía esa posibilidad.

Fernando pensó, y pensó, y pensó sobre el tema. Y se le ocurrió una solución.

4. Fernando y Erik

Fernando le contó a Erik cómo tras fracasar en su intento de ser criminólogo se ha decidido a ser gigoló que roba a sus amantes.

El problema que Fernando transmitió a su buen amigo Erik era que en esas circunstancias era imposible camuflar sus huellas digitales. Si bebían una copa en un bar, cogía un vaso en un restaurante, o bebían un champán en un hotel… la policía podía descubrir sus huellas en caso de una denuncia.

Fernando le pidió ayuda a su amigo Erik.

Erik, un buen amigo, le dijo que pensaría en el tema. Lo pensó y una semana después le llamó.

– Ya tengo la solución –dijo Erik a Fernando.

Erik le dijo que como él era el adaptador del sistema de huellas digitales, podía cambiar un poco el programa y hacer que las huellas de Fernando aparecieran como las huellas de otra persona. De ese modo él quedaría impune. Erik «tan solo» le exigió un 25% de los beneficios.

A Fernando le pareció correcto. Y sellaron el acuerdo con un apretón de manos.

5. La muerte de Fernando

Predecir el comportamiento humano es muy complejo. Demasiado. Es cierto que, por término medio, hay un comportamiento típico. Pero también es cierto que el comportamiento medio no es el comportamiento de un individuo en concreto.

Fernando estaba seguro de que podía ir con su nueva conquista a la casa de ella, hacerle el amor, dormir y, antes de que se despertara, robarle las joyas. Pero Fernando no contaba con que Ella no se fiase de él.

Cuando Fernando abrió su caja de joyas, sonó una alarma. Ella se despertó. Cogió la pistola que tenía en la mesilla y disparó contra Fernando.

Fernando murió.

6. Paloma analiza la escena del crimen

Paloma llegó con el grupo de laboratorio forense. Se encargó de encontrar todas las huellas digitales que pudiera haber. Entre otras las del propio cadáver.

Al introducir los datos de las huellas del cadáver en el ordenador, el resultado fue desconcertante. El ordenador decía que eran las huellas de Erik, su jefe.

Paloma estaba desconcertada. ¿Cómo informar del resultado a su jefe? ¿Cómo se lo tomaría? ¿La despediría?

Por fin, Paloma decide ir a ver a su jefe.

— ¿Tienes alguna conclusión sobre quién es el muerto? —pregunta Erik.

— Sí —responde Paloma—. ¡El muerto eres tú!

La cara de Erik adquiere tonos de una inmensa duda.

— ¿Cómo dices? —pregunta Erik.

— Digo —dice Paloma— que el muerto es Erik Vestringe. Es decir: ¡Tú eres el muerto!

7. Erik no está de acuerdo

— Pero eso es una tontería —dice Erik—. Yo estoy aquí, y no parece que esté muerto.

— Sí, Señor, pero eso es lo que me dice el ordenador cuando meto sus huellas en el sistema informático.

— Pues tiene que haber un error. Habrá que repetir los análisis.

— Los he repetido tres veces —dice Paloma.

— Pues habrá que buscar una opinión independiente —dice Erik.

8. Paloma usa los métodos antiguos

Paloma, desconcertada, pide a Erik que le permita tomar manualmente sus huellas, para compararlas visualmente, sin ordenador. Insinúa que es posible que el ordenador se equivocara.

Erik no puede negarse y permite que Paloma tome sus huellas dactilares en papel.

Paloma compara las huellas dactilares de Erik y de Fernando. Se parecen. Su aspecto general es similar, pero las «minucias» son distintas. Fernando no es Erik. Erik no es Fernando.

¿Qué ha pasado?

9. Paloma, la Criminóloga

Paloma es bajita, pero eso no significa que no sea capaz de llevar a cabo su trabajo.

«Si las huellas de Fernando y Erik son distintas» —se pregunta— «¿por qué el ordenador las dio por iguales?»

Solo hay una solución. Aburrida. Laboriosa. Pero necesaria: verificar el programa fuente de las huellas.

Paloma se pasó dos semanas analizando el código del programa de huellas, que, recordemos, había sido adaptado al entorno local por Erik. Por fin encontró que cuando el programa descubría las huellas de Fernando, las mostraba como huellas de Erik. De ese modo Fernando siempre tendría una coartada: la ubicación de Erik. «Erik estaba en un cóctel». «Erik estaba en una reunión». «Erik estaba en una exposición» … Erik no estaba robando y, mucho menos, siendo asesinado.

Paloma mandó el informe sus jefes.

10. Erik acorralado

Erik se sintió acorralado. No vio escapatoria. Nunca pensó que Fernando fuera asesinado. Al ver tan claramente que iba a ser condenado, Erik desapareció. Se le buscó en su casa y en los lugares que solía frecuentar, el resultado fue negativo. Erik se había esfumado. Erik era jefe de forenses, sabía lo que buscarían y casi con seguridad sabía cómo desaparecer. Sabía cómo falsificar un pasaporte. Incluso sabía quién podría hacerle cirugía estética que dificultase su detección en las aduanas.

Erik estuvo desaparecido muchos años.

11. La Morgue

A la Morgue llegó un cadáver indocumentado. Paloma lo recibió. Su cara era desconocida. Aunque le recordaba vagamente a alguien. Tomó sus huellas dactilares y, tras someterlas al ordenador —con un programa que no había hecho Erik— obtuvo la respuesta:

— ¡El muerto, Erik, eres tú!