El destino


Autor: Nife

Fecha publicación: 09/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Una enferma mental tiene experiencias paranormales, un juego del destino.

Relato

El destino
Nife

Todos pensaban que estaba loca. Realmente, no todos; algunas amigas lo comprendían. Ellas también eran muy espirituales. María recordaba haber tenido sueños premonitorios desde pequeñita, pero nunca había creído en ellos, siempre había pensado que eran casualidades. Hasta que se le declaró la enfermedad mental. ¿Qué había sido anterior, la enfermedad a los sueños, los sueños a la enfermedad? ¿Y esta había provocado que fueran más frecuentes y lúcidos que antes?

Entre los sueños que recordaba, destacaba uno en el que una señora vestida de negro, que era cuñada de la mujer de uno de sus tíos, se abrazaba a ella llorando y diciendo: qué desgracia María, qué desgracia. Al día siguiente María se enteró de que había muerto el marido de esa señora.

Otra noche soñó con el número del gordo de la lotería de navidad. Vio todas las cifras menos la del centro. Como, por entonces, no creía en ello, no compró los diez números que le hubieran hecho millonaria.

Existía otro sueño algo más traumático. En su anterior trabajo había un compañero con el que no se llevaba bien y que la trataba con cierto desprecio. María le deseo mal y una madrugada soñó que aquél tenía un accidente de tráfico, en el que se veía implicado un taxi, y se rompía un brazo y una pierna. Al siguiente día se enteró de que ese accidente había tenido lugar tal y como ella había soñado. Desde entonces, nunca volvió a desear mal a nadie.

También había soñado en otra ocasión con un atentado terrorista y que los etarras se refugiaban en una cafetería. A la mañana siguiente se enteró de que ese atentado había tenido lugar en la misma calle donde se situaba la cafetería con la que había soñado.

Una noche estuvo soñando con una lista en la que aparecían numerosos nombres. Al día siguiente los periódicos dieron la noticia de que se había encontrado una lista confeccionada por una célula terrorista en la que aparecían nombres de personas en el punto de mira de ese grupo terrorista para cometer atentados contra ellas.

A lo largo de los años ya no eran sólo sueños. Adivinaba muchas cosas también en estado de vigilia. Curiosamente, la mayoría sobre personajes que aparecían en la televisión mientras estaba viéndola. Por ejemplo, mientras veía la película de “Robin Hood” en la que Alan Rickman representaba el papel de villano, este le recordó enormemente al Capitán Garfio de la película Peter Pan de Walt Disney. Años más tarde descubriría que el susodicho actor había interpretado el papel de Capitán Garfio en el teatro durante largo tiempo.

En otra ocasión, viendo la película “Encuentro en París”, el protagonista, representado por William Holden, habla de otro personaje que aún no había aparecido y ella, inmediatamente, pensó que lo interpretaba Tony Curtis (no conocía aún el reparto).

Y, en su trabajo, en el que tenía que hablar por teléfono continuamente con desconocidos, adivinaba el nombre, la edad o la profesión de muchos de sus interlocutores.

Todos estos fenómenos le provocaban un gran terror hasta que se fue acostumbrando a ellos. Así, cuando durante varios meses un cajón que había debajo de la cama se movía solo, no le dio mayor importancia. Y su marido, que era muy optimista, le decía: dile al cajoncito que se esté quieto.

La vida estaba llena de extrañas casualidades. Por ejemplo existían tres niños que vivían en el mismo edificio (no en la misma familia). Uno era amigo de María, otro de su hermano y otro de su hermana, y los tres habían perdido a sus madres siendo relativamente pequeños. Era una coincidencia sobre la que sus hermanos no habían reparado. Ella veía esa realidad mágica y extraña porque era más observadora. Otros negaban esa realidad pero es que iban ciegos por la vida. Ella tenía lo que para algunos sería un don pero ya hubiera querido ser tan ciega como otros.

Rememoraba otra ¿casualidad? Una vez su familia y ella tuvieron un accidente de coche. Conducía su hermana Loli. En un momento María pensó que iban a tener un accidente y al adelantar a un vehículo vino un golpe de viento y Loli perdió el control. Dieron varias vueltas de campana y se detuvieron justo delante de un muro.
—Tranquilos, tranquilos —dijo María mientras daban vueltas— no nos va a pasar nada.

No se sabe muy bien cómo pero llegaron a saber que la persona que les había socorrido era el marido de una mujer embarazada a la que Luis, su padre, había ayudado en otro accidente ocurrido en el mismo sitio.

Parecía como si el destino jugase. ¿Eran realmente casualidades? También era curioso que se hubiera vuelto a encontrar con Jorge, un chico que pedía en la puerta de la iglesia, al que había conocido diez años antes, cuando su primera crisis. Desde entonces no le había vuelto a ver y ella había pensado que algo malo le había sucedido. Cuando supo que había estado trabajando se alegró mucho.

En los comienzos de su enfermedad mental no dormía bien y eso que tomaba dos pastillas para el insomnio. No obstante a las 7:30 recogía las sábanas (dormía en un sofá) y se hacía un té (tomaba demasiado té y quizás por eso no dormía bien). Los delirios que tenía eran terroríficos. Todo le provocaba pavor, mas con el paso de los días se atrevió, incluso, a atravesar varias manzanas para ir a hacer la compra. Las ideas terroríficas no le abandonaban del todo pero se sentía más valiente.

Pero no duraría mucho esa tranquilidad porque seguía teniendo clarividencia y eso le daba miedo. Había una fuerza superior a ella y eso le producía pavor a veces, otras se reía de ello y hacía bromas sobre su supuesta “clarividencia”, ¿qué recurso le quedaba? Si no pensaba, si dejaba la mente en blanco no pasaba nada, pero en cuanto pensaba ya estaban ahí de nuevo esas coincidencias. Le daba miedo por ser una fuerza superior a ella pero también le atraía por lo misterioso que resultaba. Al principio fue muy difícil separar lo que era real de los delirios y, quizás, lo fantástico de la realidad fue lo que provocó aquellos. El enfrentarse a una realidad que casi todo el mundo, como ella misma, negaba y el intentar buscar una explicación plausible, lógica y ajustada a lo políticamente correcto, le llevó a pensar en causas lógicas pero irreales.

Todo eso había sucedido en su primera crisis, pero ya con el paso de los años había conseguido admitirlo como algo normal. ¿Cuándo había dejado de tener miedo? Desde el momento en que su marido le dijo: y si es verdad, ¿qué pasa por ello, es que vas a ser más feliz o más desgraciada, más rica o más pobre, más sana o más enferma?

Es como si el destino estuviera escrito en el libro del universo y ella fuera, como muchos otros (que aun así, lo niegan), capaz de leerlo. Mas, descreída como era María, pensaba que eso no implicaba que existiera un ser superior ni que hubiera otra vida tras la muerte. Ya sabía que los fenómenos paranormales existían pero la explicación de ellos no creía que nadie la conociera, por mucho que algunos creyeran que sí. Y si ya existen programas informáticos que pueden leer el pensamiento (aunque esa tecnología aún está en pañales), ¿cómo no va a poder hacerlo el hombre de forma natural? ¿Pero, implicaba la existencia de esos fenómenos que hubiera una trascendencia? Esas preguntas son las que su mente no dejaba de hacerse, mas el paso del tiempo, la mejor cura para muchos males, pondría todo en su sitio y permitiría que María pudiera seguir llevando una vida normal. Pero eso ya forma parte de otra historia.