El barro y la rosa


Autor: Eliseo

Fecha publicación: 02/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Piden al protagonista, que escribe en primera persona, una empresa imposible. Por amor consigue hacerla, pero las cosas no salen cómo parecían.

Relato

Me pediste que del barro moldeara una rosa de pétalos rojos y vida en su tallo. Dediqué desde entonces todas las madrugadas a conseguirlo, despertándome antes del gallo que siempre canta a la mañana, y sin dormir hasta que el sueño me secuestraba impune bajo la gran oscuridad de la noche. En mi empeño me hice amigo de la Luna y esta me dio parte de su plata, pues siempre siente afecto por aquellos que creen en la fuerza de los ideales eternos. El tranquilo frescor del atardecer me otorgó su aliento, y desde entonces los atardeceres tienen algo de la pausa de la muerte, al despedirse el carro del Sol allá por el horizonte. Pero todavía me deparaba la vida una última sorpresa. Y así fue que la lluvia se apiadó de mi empresa imposible, y me dio parte de su agua para al menos hacerla más amena. “Estás loco”, me dijo en cualquier caso la lluvia, “no hay molde en el mundo para esa rosa que buscas”. Un día, no recuerdo cuando fue, ni si lo hice o no aposta, unté en el barro la plata, el agua y el aliento, y, movido por una corazonada, le di la forma de una rosa. La plata dio consistencia a aquella forma, ésta se coloreó de verde y rojo con la humedad del agua y, finalmente, el aliento le otorgó vida. Maravillado y sorprendido, con la alegría escapándose de mi cuerpo hacia el tuyo, fui a darte aquella rosa nacida del barro, de las raíces de una corazonada, porque la intuición y la pasión son las luces que sirven de guía cuando no existen modelos para moldear las rosas. Pero al dártela la tomaste por una aberración, y dijiste que ya no te gustaban las rosas, que preferías la sencillez de una joya obtenida con monedas de oro. Y entonces la pena cubrió por entero mi rostro y el Sol abandonó su puesto en mis días como un vigía irresponsable. Sin embargo, pasado un tiempo, el astro eterno volvió arrepentido a su lugar en los reinos de mi cielo. Y ahora no vivo mal, pues utilizo la plata que me dio la Luna para pagar alguno de mis caprichos, el agua de la lluvia para regar las lágrimas de mis ojos cuando se acuerdan de ti, y el aliento del atardecer para seguir con la vida que empieza con la aurora y termina con el ocaso que preludia la noche. Y también tengo la rosa viva y real que creé para ti del barro, que del barro únicamente para ti creé, pero que espera impaciente a encontrar otras manos que guarden su belleza y que canten canciones en su nombre.