UN MISTERIO


Autor: Diplodocus

Fecha publicación: 08/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Dos hombres observan el comportamiento extraño y misterioso de una mujer cada vez que llueve. Intrigados, conversan sobre ello y sobre el poder que otorga poseer un secreto.

Relato

Era un día como cualquier otro. Un cielo sin rastro de nubes enmarcaba un sol que, a esas horas de la mañana, apenas permitía un atisbo de sombra. Las gentes se afanaban por las calles embarradas de la ciudad, sumidas en sus vidas agitadas y sin un objetivo más elevado que atender sus negocios o solucionar los problemas del día a día.
Un carruaje tirado por un único caballo recorría la vía principal. Su marcha, como de costumbre, era intencionadamente lenta, aunque no perezosa o indolente, como si existiera una decidida pretensión de pasearse delante de los ciudadanos.
—Ahí está de nuevo —exclamó el caballero vestido con elegantes ropas de montar. Gesticulaba con su cigarrillo afectadamente, y unas volutas de humo blanquecino surgían de entre sus labios al hablar.
—Como cada día después de una jornada lluviosa —asintió su compañero. Éste, de porte menos elegante, vestía ropas más prácticas para la ocasión. Chaleco y chaqueta de lana, pantalones de tela y unos cómodos mocasines que le permitían pasear desde su domicilio al club sin que sus pies sufrieran la más mínima molestia.
Ambos permanecían sentados en la terraza del lujoso edificio del club. Estaban situados dos pisos por encima del nivel del suelo. Disfrutaban de unas vistas privilegiadas, pero no se veían obligados a mezclarse entre los trabajadores o a permanecer expuestos a la suciedad y los lodos.
El coche de punto se detuvo junto a un edificio destartalado y su puerta se abrió con parsimonia. Transcurrieron unos segundos de expectación hasta que del interior surgió una mujer. Capas de vaporosos tejidos oscuros cubrían una figura en apariencia delicada, y su cabeza se veía tocada por un pequeño sombrero graciosamente ladeado. Pero lo más llamativo de la mujer era el antifaz con el que ocultaba su rostro.
—Ya la tenemos otra vez. Se quedará ahí, quieta, durante unos minutos. Y luego desaparecerá por esa callejuela. ¡Vaya una mujer extravagante! —De nuevo, el humo del tabaco acompañó las palabras del dandi.
—Ciertamente lo es. ¿Qué clase de secreto ocultará? Me resulta deliciosamente intrigante.
—No le des más vueltas. Probablemente se haya escapado de alguna institución mental.
—O quizá vaya al encuentro de su amante. O puede que esté involucrada en Dios sabe qué clase de negocios turbios... Eso es lo que me mantiene desconcertado —expresó con preocupación el hombre de la chaqueta mientras sorbía un trago de su bebida espirituosa.
—¿Los negocios turbios? —El caballero del cigarrillo rió con ganas—. ¿Y qué nos importa a nosotros todo eso? Nuestras familias son acaudaladas. No tenemos que trabajar para vivir y, la Providencia no lo permita, no debemos mezclarnos con las clases bajas para ganarnos la vida.
—No me refiero a eso. Quiero decir que... Esa mujer guarda un secreto. Un misterio. Algo que escapa a nuestro entendimiento u observación desde esta terraza. A pesar de nuestra posición, influencia o poder económico, jamás seremos capaces de descubrir la razón de su proceder.
—Por lo que a mí respecta, bien podría ser una pobre mujerzuela que escenifica una función sin sentido, fruto de una mente enferma, cada vez que deja de llover. No me preguntes por qué.
La misteriosa mujer elevó su mirada al reloj de la torre, y tras retocar su sombrero, se dirigió a un callejón cercano. Lo último que vieron los dos hombres antes de que la dama desapareciese, fueron los pliegues de su vestido revolotear burlonamente.
—¡Es intolerable! No puedo soportar esta incertidumbre. Con todo lo que poseemos, nuestra posición social, nuestra riqueza... Y no tenemos acceso a su secreto. Y lo que es peor, carecemos de un misterio propio.
—Mi querido compañero. Lo tenemos todo —replicó su amigo aspirando satisfecho una bocanada de humo.
—Y sin embargo nos falta lo más importante. A todos. Mira esa gente del exterior, míranos a nosotros. Todo el mundo sabe quiénes somos, y lo saben todo acerca de nuestras vidas. Ninguna incógnita. Es como estar expuestos a ese sol de mediodía. No permite ni una sombra donde refugiarse.
—Mucho me temo que el clima de la ciudad te está afectando. Creo que por hoy ya hemos gozado de una divertida tertulia, y ya sabes que el doctor me ha recomendado no fatigarme en exceso. Si fueras a visitarle probablemente te recomendaría lo mismo. —El hombre elegante apagó su cigarrillo y se despidió de su compañero con unas palmaditas en el hombro.
Durante un tiempo, el hombre de la chaqueta guardó silencio; la consternación reflejada en sus facciones. Repentinamente sus ojos se iluminaron, e incorporándose, tiró del mantel y lo echó a sus espaldas simulando una capa. De un puntapié, hizo volar uno de sus zapatos por los aires y se anudó la servilleta a la cabeza.
Luego, penetró en el interior del edificio y se paseó cojeando delante del resto de los socios del club.
—¡Cielos! ¿Qué le ocurre a ese hombre? ¿Por qué hace eso? —preguntó una dama de avanzada edad a su marido.
—No lo sé, querida. Es un misterio.
El hombre rió de felicidad al escuchar a la pareja y corrió como un loco entre las mesas del salón.