
Resumen
Qué gracioso cuando en un concurso tienes que poner "Aventuras" por poner algo porque hablar de las relaciones interpersonales no es una categoría. Puedes llamarlo amor, puedes llamarlo "de mujeres", puedes ser todo lo misógino que quieras, lo cierto es que, a los seres humanos, a las personas, nos flipa hablar y darle mil vueltas a las relaciones entre nosotros. De eso va este cuento.
Relato
Qué fácil sería
En ese instante lo supe, qué fácil sería ponerle los cuernos a Tanausú.
Si es que ya no me hace caso, pasé a ser algo certero en su vida, no se preocupa de si le quiero, soy una más en su realidad. Comenzó a comerle la vida, yo lejos a kilómetros de allí, el trabajo, el gimnasio y yo… llamadas mientras conduce y poco más. Así que lo pensé, sí, se me aparece la oportunidad en cada esquina, no hace falta estar en la isla de las tentaciones para ser tentada, es más fácil de lo que más de uno puede llegar a creer.
Primero está aquel amor de universidad, luego aquel amigo extraviado que apareció en una noche de insomnio y tormenta, el amigo marroquí de todas las noches, el compañero español, mi profe de gimnasio. Qué fácil sería, QUÉ FÁ-CIL.
No estás disponible cuando te escribo, el trabajo y el entreno te quita todo el tiempo. Te llamo y no tienes espacio para mí y yo, en ese egoísmo “¡hazme caso a mí!”, me enfado y busco a alguien que sí me de su tiempo, su cariño, que me mire y me valore como tú ya no estás haciendo. Lo reconozco, es puro egoísmo y necesidad de valoración. Pero qué fácil es buscarla en otra parte.
Ni siquiera hace falta que estemos en el mismo espacio de tierra, abro el Instagram y le hablo: “John, ¿qué tal? ¡Cuánto tiempo! Yo también comencé el gimnasio, a ver, a ver, ¿cuánto levantas en sentadilla?”. El whatsapp es otra opción, más cercana, más íntima y con Marcos nos contamos la vida en audios. “Me siento algo apagada, no sé qué hacer… ¿tú cómo estás?” Su voz me acaricia, su apoyo me llega y, clara-mente, quiero más. El tercero está en la entrada de mi residencia “Yunus, the real hug is a hug that lasts more than 6 seconds”. El último, aquí a mi lado mientras entra el sol por la ventana y vemos en la pantalla como pareja tras pareja todos caen en la tentación. Otras veces paseamos por el parque mientras todos me miran, pelo rapado, hombro al aire, un anillo en la nariz, tatuajes en los brazos, hablando otro idioma que no es el de aquí. Mi compañero se sorprende de toda la atención de mierda que recibe mi persona. En un café se nos pasa la tarde volando, qué gusto después de sentirme tan asfixiada, qué gusto compartir el tiempo con él.
Y, ¿por qué no entran mujeres en mis opciones? Hay una, la profesora del gimnasio, me anima, ve mi progreso, me agarra, me indica, un poco más, un poco más. Quizás hubieran más chicas en Gran Canaria, pero aquí no. Ojalá pudiera, si no llegara el miedo al rechazo, a la violencia y a los barrotes. Un país donde la homosexualidad es ilegal, donde la mujer debe taparse y callar, ese país jamás será mi hogar.
Pero mientras tanto por aquí vivo y entre rato y rato libre escribo. La angustia de estar sola, la presión de decir que sí a eventos sociales a los que no quiero ir, el no tener un hueco, no estar aprendiendo porque somos todos españoles, no estar integrándome porque no salgo, no estar trabajando porque a la universidad le da igual, todo esto me come y ¿a quién se lo vengo a decir? A John, a Marcos, a Yunus, a Aday porque tú no me haces caso y estoy sola en este país, esta ciudad, a kilómetros de mi familia, de ti y de mi hogar.
Veo la Isla de las Tentaciones y les entiendo. Un mes encerrada sin el otro con maromos melosos que aprovechan cualquier bajón para hincarte su lengua, dorarte la píldora, darte atención. Ojalá hubiera una psicóloga junto al programa explicando cada comportamiento, cada beso y cada lágrima. Es normal que el cuerpo se excite, que te interese otra persona nueva y te llene de emoción. ¡Que explique! Que explique la psicóloga que eso no es querer de menos a tu pareja, una falta de respeto sí, si lo tenías acordado así, pero ¿y si no? ¿Qué más da por follar con otros? ¿Qué hay en eso? ¿Por qué queremos ser dueños de otros? ¿Qué más da? Un folleteo, una alegría al cuerpo y ya está.
Pero ay, Tana, ¡qué fácil sería dejarte de amar! Al menos en un segundo, enajenarme, cambiar el cableado de mi cerebro, modificarlo para creerme cualquier cosa, cambiar el amor más profundo que te tengo por un simple “es que no me hacía caso” y buscar mil justificaciones de por qué dejé de hacerlo, de amarte, si es que en realidad tú no hiciste nada malo o quizá fue aquello tan rancio, tan excusa barata, aquello de que nos estancamos en la tranquilidad. Pasar de “oh cuánto te quiero” a “buenas noches, hasta mañana”. Comenzar a pensar que eres tú quién ya no me quiere, por eso no me haces caso en tu día ajetreado. Si cuando lloro no puedo llamarte, si cuando estoy nerviosa y no sé qué hacer no llegas a contestarme, si no te escribo ya de mis trabes y mi comida porque ¿para qué mandarte cosas que están mal? Tres horas en la carretera, seis trabajando, una hora por cada comida, 4 durmiendo, otras dos en el baño, el resto en el gimnasio, en todo eso no te acuerdas de mí, no me quieres, así que me digo a mí misma, es hora de vivir sin ti.
Y en este buscar de otra persona que me de lo que tú, en estas circunstancias, no me puedes dar, encuentro a otra gente con otras cualidades y me comienzo a plantear “ay, esto no lo tiene Tana”. “Ni esto”, “ni esto otro”, ¡es tan impresionante! La otra persona con la que ahora hablo no eres tú, no es un calco, no tenemos todos los humanos las mismas cualidades ni somos Sims que debieran llenar sus barras de aprendizaje, todos a la vez, todos al mismo nivel. Cada uno será como es, como le moldeó su infancia y sus experiencias y ya está. Nadie jamás será como tú, pero eso, ahora, no me apetece verlo. Comienzo a ver cosas en los otros que tú no tienes, como si tener pareja viniera dado de un catálogo donde puedo escoger qué habilidades, qué físico, que características, deseo recibir. Todas estas cosas que tú no haces conmigo de repente, nunca las necesité en tres años junto a ti, se vuelven indispensables e importantísimas. El hablar con otro de su terapia, el poder aconsejar, el mostrar a un marroquí la vida más allá de una religión, el comentar la gala drag. Todo eso no lo tienes tú, y nunca antes me importó.
Pero qué hipócrita y qué facilidad, de verdad, cómo es manejar tu cerebro como te apetece para hacerte creer que lo que estás haciendo está bien, “es real”, es por algún motivo del destino. No, mi amor, no lo es. Si tú decides poner los cuernos, eres tú consciente en cada momento. Te puedes convencer de que es lo mejor, te puedes convencer a ti misma de que no había otra opción. Pero muchas veces la hay. Si hablamos de una relación entre dos sin toxicidades y violencia, hay opción. “Mira, cari, tenemos que hablar… Me está pasando esto y creo que viene de… pero yo te quiero a ti y te quiero seguir queriendo”. O, por el contrario: “me está pasando esto y creo que viene de … por lo que creo que lo mejor es que nos digamos adiós”. Entonces sí, entonces vete a follar con quién quieras. Pero no hagas daño a quién deposita todo su amor y toda su confianza en ti porque se le enredó la vida y extenuado no tiene algo de tiempo para ti.