Nada es lo que parece


Autor: Cuchufleta

Fecha publicación: 18/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Dos amigas, Atenea y Camila, se enfrentarán en esta historia donde la traición y la bipolaridad son temas comunes. En este relato, para sobrevivir hay que hacer cosas que no quieres hacer, ¿o sí? En esta historia, nada es lo que parece.

Relato

Hola, me llamo Atenea Caley, tengo 16 años y cuando digo que tengo “amigos”, no significa que hayamos hablado mucho. Es lo que dice normalmente la gente cuando alguien le pregunta “¿Quién es?” y simplemente contesta “Un amigo”.

Lo peor es la traición, una herida profunda. Muchos dicen que con el tiempo o con un simple “perdón”, se cura. Pero es ley de vida, siempre queda una cicatriz.

Mi historia empieza en la etapa más difícil de la vida de un humano, la adolescencia.

Empecé la secundaria en el Instituto de Borderland en Aresfield, un sitio agradable y amplio. Por dentro era bastante acogedor. Las taquillas de los alumnos estaban situadas en ambas paredes, dejando en el centro un pasillo, al lado, las puertas hacia las aulas. El uniforme era muy simple, una falda y corbata negras, una camisa blanca, un jersey color caqui, calcetas y zapatos.

Aresfield era una ciudad con muchos edificios, moderna y bien iluminada de noche. No venían muchos turistas, porque no se hacía notar. Yo vivía en las afueras, donde vivían la mayoría de estudiantes, aunque había excepciones.

Hice amigos muy rápido. Me llevaba muy bien con ellos y hablábamos hasta altas horas de la madrugada sobre planes que podríamos hacer durante el fin de semana.

Un día, una chica nueva llegó al colegio, Catalina Davies. Al principio, no hablaba mucho con nadie, lo cual me hizo sentir mal, sabía cómo se sentía porque yo también había pasado por eso. Así que tomé la decisión de hablar con ella y presentarle a mis amigos, porque así me enseñaron mis padres, para no dejar a nadie NUNCA solo. Además, parecía buena persona, ¿qué es lo peor que podía pasar?

Ahora comprendo que nada es lo que parece y que mis padres no siempre tenían razón.

En un comienzo, se mostró tímida, pero apenas tardó tres días en tratarnos como si nos conociera de toda la vida, no sabría decir si era bueno o malo. Lo peor llegó cuando pasó una semana desde su llegada. No sé si fue que yo no le caía bien, pero empezaron a dejarme atrás y a contarse cosas, lo cual hizo que comenzara a actuar más fría.

La única que me apoyó fue mi amiga de la infancia, Camila Robinson. Siempre era calmada en situaciones en las que cualquiera perdería los nervios. Era muy apañada. Tenía pelo corto, castaño, que no le rozaba los hombros, ojos marrones, pecas que la caracterizaban y pendientes de aro pequeños. Llevaba un collar de una niña que nunca se quitaba, se lo regalé yo por su cumpleaños. Era madura y seria, aunque también tenía su lado divertido.

Confiaba mucho en ella, así que normalmente se lo contaba todo. Ella me escuchaba con paciencia y me acompañaba, también recuerdo que me ayudaba mucho cuando éramos pequeñas…

La situación con mis “amigos”, por llamarlos de alguna forma, iba a peor. Nuestra relación se volvía cada vez más distante. No podía parar de pensar en Catalina y en mis amigos riéndose de mí a mis espaldas. Me estaba volviendo loca.

Pasadas las semanas, no aguantaba más. Necesitaba VENGANZA.

Empecé a tratar a Catalina como si me cayera bien, era una estrategia, claro. Quería que cogiera confianza conmigo y me invitara a su casa. Durante esos días no hablé mucho con Camila, sabía que sospecharía, no podía arriesgarme.

Catalina cayó completamente en mi trampa, me invitó a su casa, estaba en las afueras, relativamente cerca de la mía y me apunté dónde estaba. En su casa fue todo muy incómodo, me preguntó si quería ver una película o algo, le dije que sí. Quería intimar más con ella.

Puso una película de miedo, mis favoritas, me reí mucho. Cuando la peli acabó se fue a dormir mientras yo inspeccionaba la casa. Encontré un ordenador, de las cámaras de la casa, las apagué temporalmente por si acaso…

A la mañana siguiente, mientras desayunábamos, me dijo que sus padres se irían de viaje la próxima semana y ella se quedaría sola en casa, perfecto…

Fingir que Catalina me caía bien en el instituto me daba arcadas, era una interesada, pero tenía que aguantar hasta que se me ocurriera algo.

Una noche, estaba pensando en qué podía hacer, el odio me carcomía por dentro y no me importaba el precio de las consecuencias. Mis pensamientos se volvieron homicidas, tenía que hacer que desapareciera para siempre. Sin pararme a pensar lo que hacía, corrí a la cocina, cogí el cuchillo más afilado que vi y…

Estaba dirigiéndome hacia su casa.

Cuando llegué, vi que la ventana de su habitación estaba abierta, así que, entré. Estaba profundamente dormida. Por un momento dudé, tal vez solo estaba exagerando y había otra forma, pero ya no había vuelta atrás. Levanté el cuchillo lo más alto que pude y… se despertó.

- ¡¿Qué haces aquí?!- Gritó asustada.

Iba a pedir ayuda, podría llamar la atención de cualquier vecino, así que supe que ese era el momento:

-Adiós, Catalina, nos vemos en el infierno…

La apuñalé.

Soltó un grito ahogado y dejó de respirar. Me aseguré de que fuera así. Sin más, se me escapó una risa escalofriante, me dio miedo, aunque no había sido la primera vez que me reía por algo que provocaba miedo.

¿Acaso estaba volviéndome psicópata…? O ¿ya lo era…?

Estaba amaneciendo, así que tuve que salir de allí. Sabía que alguien la encontraría en cualquier momento…

Limpié mis huellas con un poco de desinfectante, dejé el cadáver y salí por donde había entrado.

Nadie sospecharía nada.

O eso pensaba yo…

Ahora, me toca a mí. Soy Camila Robinson, mejor amiga de Atenea desde que somos pequeñas, tengo 16 años y voy a contar mi experiencia desde la objetividad.

Desde pequeña, Atenea había sido normal. Tenía el pelo lacio y marrón que le llegaba hasta los hombros, unos ojos marrones que siempre te observaban aunque no lo pareciera, unas gafas negras y una sonrisa que a veces daba escalofríos.

Un día, cambió su vida por completo. Sus padres decidieron separarse. Atenea empezó a comportarse de una manera rara, sólo hablaba conmigo y no tenía casi empatía. Era impasible, su mirada ya no tenía ese brillo en los ojos ni ese calor que transmitía. Y pasaron los años. Solamente la veía alegre cuando… Bueno, eso ahora no tiene importancia.

Atty estaba todo el día hablando de lo mucho que odiaba a Catalina, yo escuchaba todo y la apoyaba. Después de dos semanas, la empezó a tratar mejor y dejó de hablarme. Me estaba hartando, no podía ir por detrás. Me cansé.

Entonces, Catalina no vino al instituto durante varios días y empecé a sospechar. Atenea estaba todo el rato conmigo, actuaba raro. Esa tarde, me pasé por casa de Catalina. Cuando toqué a la puerta nadie contestó, desgraciadamente, no me di cuenta de que una vecina me vio entrar por la ventana, que estaba abierta, y llamó a la policía denunciando un robo.

Su habitación no era muy grande, la ventana estaba en el lado contrario al de la puerta que estaba cerrada. A la derecha estaba la cama, pequeñita y con un edredón azul, estaba el escritorio y a la izquierda había un armario.

Cuando me fijé mejor en la cama, me sorprendió lo que vi, ¿o no?

Catalina tenía una mirada penetrante. Supuse que llevaba muerta varios días.

-Atty… ¿Pero qué has hecho…?- Susurré.

Sabía que había sido ella, era la única que le tenía celos y rabia por el incidente con sus supuestos amigos. No pensé que pudiera hacer una cosa así… O puede que sí.

FLASHBACK
En ese momento, Atty y yo teníamos 12 años y éramos mejores amigas. Nos lo contábamos todo, éramos inseparables…

Un día de clase vino corriendo con una sonrisa, que por algún motivo me provocó escalofríos.

-¡Cami! Adivina lo que me ha pasado.- Me dijo feliz y fatigada- Te acuerdas de Arthur Evans, ¿no?- Preguntó-.

-Claro, ese de tu clase que te molesta, ¿por qué?- Respondí-.

-Pues estaba en la azotea y ha venido a molestar, me ha empujado hacia el borde para tirarme.- Hizo un parón para ver mi reacción y continuó.- Le he cogido y le he dado la vuelta poniéndolo a él en el borde mientras decía que le soltara, ¡a qué mola!- Dijo con emoción -.

Su mirada era penetrante, sin sentimiento de pena alguno, solamente orgullo, me paralicé.

-¡¿Qué dices?! ¿Está bien?- Dije cogiéndola de los hombros-.

Su cara pasó a ser de decepción.

-Bueno…, le hice caso- Respondió-.

No estaba segura de si le había matado, pero no iba a permitir que la encarcelaran.

-¿Está vivo?- Pregunté pensando un plan-.

-No.- Dijo francamente-.

-¿Dónde está?-.

Me respondió a todas las preguntas y le conté mi plan. El cuerpo estaba en la basura, podríamos hacer varias cosas. Lo primero que haríamos sería buscar una buena coartada. La profesora de matemáticas la había visto por el pasillo, teníamos que encargarnos de ella.

Nos pusimos manos a la obra, lo único que teníamos que hacer era cambiar la hora a su reloj para que fueran 20 minutos antes. Fácil.

Fuimos hacia su despacho, había un escritorio de madera, con una silla para la profesora y dos para los alumnos.

Atenea la distraía mientras yo cambiaba la hora del reloj. Todo salió perfecto. Atty la distrajo, yo me escurrí por debajo de la mesa y cambié la hora. Cuando acabamos, le pregunté a la profesora la hora, las 12:34, luego se acordaría de que a esa hora estábamos con ella y tendríamos la coartada.

Después, teníamos que deshacernos de las grabaciones de seguridad, corrí a clase y cogí una memoria USB de mi mochila. Fuimos hacia la sala de vigilancia. Inserté el USB con cuidado mientras Atty hacía guardia. Cuando terminé, guardé el USB y salimos de allí rápidamente.

Tranquilamente, nos fuimos al comedor. Durante la comida, no dije ni una palabra y Atty no paraba de hablar. Estaba bastante mal física y psicológicamente, ella más bien parecía haberse divertido.

Al final del día, nos quedamos hasta tarde con la excusa de ayudar a limpiar, cuando se fue la profesora, nos asomamos a la ventana. Había venido el camión de la basura, el basurero siempre revisaba los contenedores por si veía algún animal.

Se notaba que no le gustaba mucho la sangre, porque cuando vio lo que había dentro se desmayó.

Atty se echó a reír.

-Jajajaja, le tiene fobia a la sangre, ¿es en serio?- Dijo agotada, de tanto reírse-.

Cuando el basurero despertó, estaba en el hospital con la directora a su lado.

-¿Está bien, señor?- Le preguntó con dulce voz-.

-¡El contenedor…!, ¡el niño!- Empezó a alterarse-.

-Lo sabemos. Ha sido una pérdida dolorosa, interrogamos a varios alumnos y profesores pero no encontramos nada, también miramos las cámaras, pero hubo un fallo y no conseguimos nada...- Explicó con decepción.- Teníamos sospechosas, dos niñas de su curso. Arthur acosaba a una de ellas y aunque era improbable, consideramos esa posibilidad. Pero la profesora de matemáticas me confirmó que estaban con ella a esa hora.

La directora se quedó hablando un rato más con el basurero y, después de asegurarse que se iba a recuperar, se fue al colegio donde la policía la esperaba.

FIN DEL FLASHBACK

Al final, no nos pillaron, fuimos unas prófugas de la ley. Atty se lo debió de pasar bien, se reía todo el rato, yo, no tanto. Tenía que tener la mente fría.

Seguía en la casa de Catalina, de repente, el viento cerró la ventana de golpe y empecé a oír sirenas de policía. No me lo podía creer, me iban a pillar a mí. Necesitaba salir de allí, y rápido. Intenté abrir la ventana, atascada. Probé con la puerta, cerrada. No tenía escapatoria, así que me quedé sentada en la cama reflexionando.

Tiraron la puerta abajo.

-¡Manos arriba y arrodíllate!- Me gritó un policía, después de esa frase, me arrestó y me puso las esposas, demasiado apretadas para mi gusto.-