
Resumen
En la sociedad colombiana, es común que en el núcleo familiar no estén presentes los padres, esto conlleva a que muchos niños no conozcan a sus abuelos. En este relato corto, un niño, que creció con sus cuatro abuelos, registra en su diario cómo fue contarles a sus amigos, que no tuvieron, cómo es tener un abuelo. Además, habla sobre la pérdida del abuelo y lo que puede llegar a sentir. Es un relato pensado para niños entre 9 y 12 años.
Relato
Los abuelos
Por: Daniel Zamora
20 de septiembre de 2022
Hoy la profesora Julia nos puso la tarea de hacer un árbol genealógico; es algo así como un mapa en donde escribes quiénes son tus padres y los padres de tus padres. Yo crecí con mis cuatro abuelos, así que podía hacer la exposición sin ningún problema, pero también descubrí que la mayoría de mis amigos no sabían qué era tener un abuelo, entonces decidí contarles cómo es tener uno.
Comencé diciendo que pasé tanto tiempo con uno de mis abuelos, que creía saber cómo eran los abuelos de todo el mundo. Si ven el dibujo, les dije, notarán que son viejos y arrugados, como si acabaran de salir de un largo día en la piscina. Tienen dientes de mentiras. El mío me contó que cuando se le empezaron a caer, como a los 60 años, lo volvió a visitar el Ratón Pérez y le trajo tanto dinero que se compró dientes nuevos. Los abuelos también tienen mucho pelo en la nariz, incluso a veces se confunden con los del bigote, pero donde tienen más pelo es en las orejas. Mi abuelo decía que le ayudaban a no escuchar los regaños de la abuela, y ahí viene lo siguiente: en mi familia los abuelos siempre vinieron de a dos. Por lo que pude ver, se necesitan para dormir juntos, para cargar las bolsas juntos, para comer juntos, caminar juntos e ir al médico juntos. Con el tiempo tienen que ponerse de acuerdo para ver qué olvidan, así, cuando uno tenga que leer y no encuentre sus gafas, porque todos los abuelos tienen gafas, el otro le preste las suyas.
Otra de las cosas de las que me di cuenta es que los abuelos siempre van a que
rer vestirse igual, y no los culpo, yo tengo mi sudadera favorita y mis tenis favoritos, y si pudiera me los pondría todos los días. Lo mismo le pasaba a mi abuelo, aunque él tenía varias camisas favoritas. A mí me gustaba cómo se veía, pero mi abuela le decía que parecía una foto, que los vecinos iban a pensar que no tenía más ropa, es por eso que los abuelos deben llevarse bien con las abuelas, al fin y al cabo, pasan con ellas toooodas las noches. Para llevarse bien con la abuela, mi abuelo me dijo que dejó de salir con sus amigos. Eso me pareció triste, sobre todo, porque cuando mi abuelo regresaba, llegaba tan feliz que tenía la cara roja y su aliento era como el olor de los dulces de anís que me regalaba. Un día le pregunté si no los extrañaba y me dijo que esos no fueron en realidad amigos, y que los que tenía ahora le gustaban más. Y ahí viene la otra parte de mi exposición, en general, los abuelos conocen a muchas personas y tienen pocos amigos, pero los suficientes para hablar de la iglesia, del clima, del campo, de exámenes, medicamentos y de citas médicas.
Los abuelos también tienen palabras favoritas, las del mío eran: mijo, mija, disculpe, majadero, y solía repetir mucho frases como: “Dios lo permite”, “hay que bajar por el maíz”, “es hora del tinto” y “ya vengo, que me voy a poner la insulina”.
A veces a los abuelos les gusta hablar más con los niños que con los adultos, el mío me decía que le gustaba que lo visitara porque llevaba mucho tiempo sin hablar con alguien, y qué les puedo decir, a mí me gusta hablar, y a los abuelos puedes estar hablándoles por horas y siempre te van a preguntar cosas, si no lo hacen es porque se están quedando dormidos, a su edad suelen tomar varias siestas al día, como los bebés, pero no son aburridos como ellos, porque los bebés no te pueden dar dinero.
Cuando terminé la exposición, la profesora Julia veía hacia la ventana. De pronto estaba pensando en su abuelo.
Yo ya no tengo al mío, que no es lo mismo que nunca haber tenido, supongo, y a veces lo extraño mucho. Una vez le pregunté a la abuela si no se sentía sola y ella me dijo que no, que hay noches en las que lo extraña hasta que se le salen las lágrimas, pero siempre que pasa eso, él la visita en los sueños. Hasta cree que la ayuda a recordar cosas importantes del día a día, por eso siente que aún cuida de ella, porque los abuelos son cuidadores. Entonces, cuando a mí también me da por llorar, recuerdo lo que decía mi abuela, y si ella no se siente sola, ¿yo por qué debería hacerlo?