Resumen
La obra cuenta la historia de un personaje que ha llegado al final de su búsqueda por un objeto que según la leyenda tiene el poder de conceder cualquier deseo. El protagonista se enfrenta a varios desafíos y peligros, incluyendo a un guardián que protege los secretos detrás de una puerta, pero logra vencerlos y avanzar. La narración describe la emoción, el misterio y el peligro que el personaje experimenta mientras se adentra en una búsqueda épica.
Relato
El sol de la tarde caía sobre la ciudad, dejando un rastro dorado sobre las calles adoquinadas y las fachadas los antiguos edificios. Finalmente, después de tanto tiempo, había llegado al mi destino final y me detuve frente aquella puerta de madera que se alzaba majestuosa ante mí. La forja oxidada que la adornaba parecía contar historias de tiempos pasados, de secretos y aventuras. Una sensación de emoción y temor se apoderó de mí mientras la contemplaba con indecisión.
Cada lugar que había escudriñado, pista que había investigado, cada rumor había sido seguido, me habían traído hasta este punto. Sabía que detrás de esa puerta se encontraba la clave de mi búsqueda, el objeto que me permitiría completar mi misión. Pero también sabía que el precio a pagar por desentrañar ese misterio sería alto. Durante mi búsqueda, había escuchado historias sobre aquellos que había seguido el mismo camino que estaba recorriendo y para nunca más volver a ser vistos.
Inspiré profundamente y alcancé el pomo. La puerta crujió al abrirse, revelando un pasillo oscuro e intimidante. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras me preguntaba qué secretos guardaba aquél lugar que tanto me había costado encontrar y si estaba preparado para descubrirlos.
Hice acopio de todo el valor que pude hallar en mi interior y avancé, dejando aquella puerta imponente a mi espalda mientras me adentraba hacia lo desconocido. El aire estaba cargado de un aroma a humedad y polvo, y el suelo se movía bajo mis pies con cada paso que daba. La única luz provenía de antorchas en las paredes que iluminaban solo lo justo y necesario para evitar que me perdiera en el laberinto de corredores.
Mientras avanzaba por aquello corredores, mi mente se vagaba recordando las aventuras y desventuras que había vivido hasta ahora. Aquellos pensamientos no hacían sino alimentar mi determinación por avanzar, suprimiendo cualquier atisbo de duda que pudiera quedar en mí. Aquél mapa que encontré por accidente en la antigua biblioteca olvidada llevaba a un objeto oculto en algún lugar del mundo, un objeto que según la leyenda tenía el poder de conceder cualquier deseo.
Y ahora estaba aquí, en el final de mi búsqueda y tan cerca de este premio que tanto había ansiado. Fue entonces cuando lo vi, había llegado a una antecámara adornada con antiguas y amenazantes pinturas, advertencias para cualquiera lo suficientemente demente como para haber llegado hasta ahí y en la pared más alejada de aquella estancia una solitaria silueta aguardaba.
Justo en ese momento, aquella misteriosa figura alzó su mirada, fría y penetrante. Tenía una daga en la mano y la sostuvo frente a mí como si estuviera lista para atacar.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó en un tono amenazante.
- Busco un objeto que se encuentra en este lugar -respondí, tratando de mantener la calma- ¿Tú eres el guardián?
La figura encapuchada guardó silencio durante un momento antes de responder:
- Soy el protector de los secretos que se guardan detrás de esta puerta. Nadie ha logrado ni logrará desentrañar qué hay más allá de este lugar.
El protector se movió hacia mí, y su daga brilló a la luz de las antorchas. Apreté mi puño contra la empuñadura de mi arma, todavía envainada, preparándome para la lucha. Sabía que no había vuelta atrás, y que mi búsqueda había llegado a un punto crítico.
Con un rápido movimiento se lanzó hacia mí y con gran dificultad pude esquivar si golpe inicial. Me di cuenta de que no iba a ser fácil vencerlo, pero estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir el objeto que me permitiría cambiar mi destino. Luchamos durante lo que parecieron horas, hasta que finalmente, logré derrotarlo.
Cuando me acerqué a observar el cuerpo de mi adversario, este se desvaneció ante mi atónica mirada, dejando en aquél suelo únicamente sus ropajes y su daga. Tomé aquella arma que había estado amenazando mi vida y pude observar la extraña hoja, la cual tenía un extraño patrón tallado en el lomo. Guardé aquella daga en mi bolsa como otro recuerdo más de mi viaje y me dispuse a continuar.
Atravesé la puerta que aquel protector guardaba y seguí avanzando. Los corredores parecían interminables, y cada vez que daba un paso, el suelo temblaba bajo mis pies. Sin embargo, no podía darme por vencido. Había llegado demasiado lejos para retroceder ahora.
Finalmente, llegué a una habitación circular con paredes de piedra caliza. Una imponente puerta de piedra bloqueaba mi avance y nada parecía indicar cómo proceder. Estuve horas escudriñando aquel lugar sin avanzar lo más mínimo. Tras beber de mi cantimplora, vi reflejado mi rostro en ella, un rostro agotado y frustrado que me dio rabia observar. Con una gran rabia arroje aquel recipiente contra la puerta que se interponía en mi camino, rompiéndolo y empapando la fría piedra.
Me dejé caer contra el suelo y simplemente rompí a reír y llorar mientras soltaba toda la frustración acumulada. Largos minutos estuve tirado en aquel polvoriento suelo hasta que, derrotado, me levanté para volver por donde había venido. Fue entonces cuando observé aquella endiablada puerta por última vez y lo vi, el agua que había empapado la pierda mostraba un patrón mientras se deslizaba por la piedra, como si alguien hubiera creado un camino. Rápidamente me acerqué a ella y seguí con mis dedos aquellos pequeños surcos que durante tanto tiempo no había sido capaz de ver.
Aquellas tallas en la piedra terminaban a escasos pasos de la puerta, donde había una fina abertura. A primera vista no era más que un orificio fino entre las piedras, nada que indicara que aquél punto tuviera significancia alguna, no obstante, ahí estaba, al final del sendero cuasi invisible. En ese instante mi mente recordó la larga lucha que había tenido contra el protector y el exótico patrón de su daga. El hueco en el suelo era apenas lo suficientemente ancho como para que una hoja de una daga lo atravesara. Con gran ansia, tomé aquella daga que le había arrebatado una vez derrotado y la introduje por la abertura.
Un seco ruido resonó en la estancia cuando llegó al fondo de la cavidad y unos eternos segundos de silencio precedieron un ensordecedor estruendo mientras aquella puerta que me impedía avanzar iba descendiendo.
Tanto era el deseo que no pude esperar a que la puerta descendiera por completo, corrí hacia ella y de un salto, entré en la siguiente habitación. En el centro había una plataforma elevada, y en la plataforma había una urna de cristal que contenía el objeto que había estado buscando. Era una pequeña esfera de luz dorada que brillaba con intensidad.
Con el corazón latiendo con fuerza, subí a la plataforma y abrí la urna de cristal. Tomé la esfera dorada en mis manos, y un fuerte dolor me recorrió todo el cuerpo. Aquél objeto emanaba una corriente que me hacía sentir como si los músculos de mi cuerpo se desgarraran. Cerré los ojos y respiré profundamente, tratando de resistir el dolor. Sabía que estaba pagando el precio por desentrañar el misterio que tanto tiempo había perseguido.
Cuando finalmente abrí los ojos, me encontré en un paraje desconocido. La esfera dorada había desaparecido y una voz desconocida resonaba en mi cabeza:
"Viajero, has logrado llegar donde nadie antes había llegado. El precio que has pagado por desentrañar el misterio no será en vano, pero no te olvides de que todo tiene un costo. ¿Qué anhelas?"
En ese momento supe que mi vida había cambiado para siempre, y que había obtenido algo que nadie había obtenido antes. Pero también sabía que tenía que ser cuidadoso con mi deseo, porque el precio que había pagado por él era alto.
Recordé mi infancia difícil, creciendo en un barrio pobre y peligroso, y cómo había tenido que luchar para sobrevivir. Pensé en mi madre, que había trabajado duro para mantenernos a mi hermana y a mí cuando mi padre ya no estaba y cómo ella también había muerto demasiado joven.
Había llegado a un punto en mi vida en el que ya no quería luchar más. Quería tener dinero, poder y control sobre mi destino. Quería ser libre de las limitaciones que me habían mantenido atado a mi vida anterior. Y ahora tenía la oportunidad de conseguir todo lo que quería.
¿Poder? ¿Riqueza? Aquellas ideas estaban muy presentes en mi mente, pero lo que más podía lamentar era la vida que aquella maldición había arrebatado a nuestra familia. Sentado en aquel lugar, mi mente sabía qué era lo que más codiciaba. No era sino restaurar aquella infancia antes de que todo se torciera.
Con todas mis fuerzas deseé que aquella maldición jamás existiera, que mi padre nunca fuese a sufrir aquel tormento que destruyó nuestra familia. La voz escuchó mi plegaria y contestó:
“Así sea”
Una brillante luz cegadora inundó aquel lugar y sentí que desaparecía, había paz en mi alma y ya nada me atormentaba.
En aquél momento me desperté y reconocí aquél lugar, era mi habitación, cuando todavía vivía con mis padres. Mi padre estaba abriendo las cortinas y mientras nos decía a mi hermana y a mí que era hora de levantarse.
De un salto me puse de pie y corrí a abrazarlo, con lágrimas entre los ojos. Sorprendido, me acogió entre sus brazos y me preguntó qué me ocurría. Cuando iba a responder, fui incapaz de explicar nada, aquella historia que estaba en mi mente se estaba desvaneciendo como una simple ensoñación.
Sonriente, volvió a abrazarme y a asegurarme que todo estaba bien. Tomó mi mano y tras decirle a mi hermana que no fuese perezosa, salimos de aquél dormitorio a comenzar un nuevo día.