
Resumen
En ocasiones es bueno hacerle caso al miedo, seguir nuestros instintos.
Los sucesos ocurren en una zona solitaria de un área rural, donde puede pasar cualquier cosa y hay que estar alertas.
Relato
Dos ovejitas
Te voy a contar algo increíble que pasó un día, amigo lector de esas cosas increíbles que pasan en cualquier momento. Ya usted vera si cree o no, pero esta es mi narración de los hechos y lo seguiré contando una y otra vez cada vez que alguien lo quiera leer. Aquí viene la historia. Estaba regando el huerto improvisado que tengo fuera de casa cuando mi vecina Fausta se acercó para conversar, pero sobre todo para admirar mis tomates, berenjenas y zapallitos italianos que estaban hermosos. Todos esos vegetales que jamás me llego a comer por completo, son para mí como joyas preciosas colgadas de sus ramas, y me da pena cosecharlos en ocasiones. La verdad es que a mí nunca me ha crecido nada por muchos años, sin embargo, de un tiempo acá, creo que las plantas me quieren. Ya sé que se estará preguntando cuantas plantas he podido matar; prácticamente he cometido planticidio, lo sé, pero si ustedes pudieran ver ahora mi huerto, jamás sospecharían que yo alguna vez cometí tal atrocidad. Una aprende de los errores. Bueno como seguía contando. Ella estaba emocionada mirando todo, entonces me invitó a dar una vuelta, me dijo que cerca de donde estábamos había muchos viveros y que si no tenía nada que hacer después de regar podíamos ir a visitarlos. Entusiasmada acepté ir, en pleno confinamiento estricto por la pandemia cuando las calles eran un desierto y no había ni movilidad para transportarse. Hasta ese momento no sabía que era la chica tonta de la película de suspenso, o sea la que sale cuando no debe salir, la que elige el camino oscuro y tenebroso y acepta hacer cosas peligrosas por tonta o diversión. En fin, me encanta ir a los viveros y Fausta me aseguro que estaban atendiendo con la puerta cerrada, así que salimos con la esperanza de que hubiera algo para comprar. Luego entre a la casa para cambiarme unos pantalones, saque la sombrilla y un poco de dinero. Tenía nueve meses en el valle de Pachacámac y la primera vez viviendo en una zona rural, no conocía casi nada del lugar, todo era nuevo para mí, y me deje llevar. En el camino mi vecina encontró sus primeros tesoros; unas pencas podridas de tuna que guardó en su bolsa de viajera. Fausta tiene el poder de revivir las plantas, puede recoger cualquier rama seca del suelo y le crecen flores, todo lo contario a su marido. Que tiene prohibido acercarse al jardín interno de su casa y menos regarlo. Debido a esa energía extraña que tiene para asesinarlas. En mi vida nunca conocí a alguien tan malo con el reino vegetal como ese señor, al principio pensé que era cosa de Fausta y sus exageraciones, pero pude comprobarlo en una ocasión cuando vino a ver a mi marido para que le ayude con su auto. En esa época tenía muchas flores, todas murieron, incluidas las del florero, inmediatamente después que él abandono mi casa.
Unos metros más allá nos topamos con una casa hermosa y su jardín xerófilo lleno de bellas suculentas, cactus y piedras de canto, además de una gruta donde estaba la virgen María cual centinela cuidando sus crasas Fausta no se sintió intimidada, ni un poquito por la imagen de la madre de Jesús, aprovecho el silencio del lugar y con toda tranquilidad comenzó a cortar las crías de las rosetas. En aquel momento regresé a mi niñez, cuando moría de vergüenza al ver como mi madre se robaba las plantas de los jardines y en algunas ocasiones me obligaba a robar a mi también pero jamás lo hice, me daba miedo que salieran los dueños de la casa a gritarnos. Tener una madre roba plantas no es fácil. En ese momento ya me había desanimado de seguir, no por la acción de Fausta, sino porque las casas a nuestro alrededor comenzaron a desaparecer, avanzamos por el río Lurín totalmente seco en pleno verano, con el sol brillante del medio día y varios gallinazos volando encima de nosotras. ¿Cuánto falta para llegar?, pregunté, poco contesto mi vecina que ya estaba saltando como una ranita entre las piedras resbalosas del río vacío. No había ni un alma a nuestro alrededor y cada vez nos alejábamos más y más, no era seguro para nosotras. Pensé de nuevo en regresar, debía ser más inteligente que la chica de la película de suspenso que toma la decisión equivocada y dan ganas de gritarle desde el asiento: ¡oye no seas tonta, no sigas!, ¿acaso no ves el peligro? Y claro la chica va directo al peligro y yo era esa chica. Lo sé amigo lector, cualquier cosa podía pasarnos en aquella rivera solitaria de casas abandonadas, que a veces son ocupadas por gente de mal vivir, escenario propicio para cualquier desgracia. Si algo nos pasaba, nadie lo iba a saber. Estaba asustada, no me sentía tranquila, y me acorde de dios y con toda la fuerza de mi corazón, una fuerza que no sabía que existía dentro de mí, le pedí que nos convirtiera en dos animalitos si es que había un peligro cerca, para pasar desapercibidas. Media hora después, todavía no llegábamos y estaba cansada y molesta conmigo misma por estar ahí en medio de la nada, arriesgando mi vida en un lugar peligroso, que mi vecina no podía ver, quizás por vivir en la zona muchos años. Solo un billete de diez soles, que no sé de donde salió, paso volando por encima de nosotras y me distrajo cambiando mi estado de ánimo. Tratamos de cogerlo, pero el viento juguetón lo hacía alejarse cada vez que nos acercábamos, las piedras eran muy lisas y en ciertas zonas había un poco de agua estancada que debíamos evitar para no mojarnos. Fausta era mucho más ágil y cogió el billete solo para volverlo a tirar, era un simple papel verde que nos había engañado. Desilusionadas, nos encogimos de hombros. De vuelta al camino, nos percatamos de ser observadas por dos hombres de mirada perturbadora que parecía estar enterrando algo bajo las piedras del rio, me estremecí pensando lo peor por la forma del bulto, los hombres no dejaban de mirarnos y Fausta me dijo muy seria y hasta creo que un poco asustada: no los mires, no los mires. Quede hipnotizada con ellos, como la chica de la película antes de que la maten sin piedad, la voz de Fausta volvió hacerme la misma petición. Ellos lo hicieron primero, dejaron de mirarnos y volvieron a lo suyo sin darnos mayor importancia. ¿Qué crees que estaban haciendo le pregunté a Fausta? y ella respondió que a veces algunas personas, creen en ciertas cosas, hacen rituales y llevan ofrendas al rio para que los ayude con algún problema. Yo creo que es un cadáver le dije. De pronto ya estábamos en el vivero, tuvimos suerte porque ese día los dueños habían ido a regar las plantas, así que nos atendieron con la puerta cerrada. Quería comprar todos los injertos que habían, pero solo compre lo que el dinero me alcanzo, de regreso no quise volver caminando por el rio otra vez, Fausta no estaba de acuerdo, temía que la policía nos viera por el lado del pueblo infringiendo la ley, le dije que tal vez era lo mejor así nos regresaban a nuestras casas, como hacían con todos las personas que encontraban en la calle, en la discusión un taxi llego de pronto y nos subimos, de ese modo llegamos a nuestro destino cada una con un ojo menos en la cara por lo caro que nos había costado el transporte. Al llegar a casa, todos preguntaron donde había estado por tanto tiempo y les dije que estaba protagonizando mi propia película de suspenso, no entendieron al principio ya después les conté bien. ¿Y usted dirá, eso es todo?, ¿Dónde está la parte increíble de la historia?, pues aquí viene y lo sabrá en este momento. Al día siguiente mientras tomaba el desayuno vi en las noticias el asesinato de una mujer joven que había sido encontrada bajo las piedras del rio, gracias a las imágenes de una cámara oculta de una casa que parecía abandonada. En la grabación puede reconocer a los mismos hombres que vi aquel día, y lo que imagine resulto ser cierto, era un cadáver ¿puede creerlo? Estuvimos frente a los asesinos, pudieron matarnos ahí mismo si querían o raptarnos por sentirse amenazados con nuestra presencia. En las imágenes que se mostraron en el noticiero se observa un hecho que llamo la atención, los asesinos; miembros de una red de trata de blanca, se distrajeron por un momento de su actividad para ver pasar a dos ovejitas juguetonas sin pastor persiguiendo un papel de color verde por el cielo que después dejo de interesarles cuando cruzaron miradas curiosas con los asesinos que enterraban el cuerpo bajo las piedras del rio Lurín.