
Resumen
Una antigua invasión. Unos ambiguos enemigos. Un rencor ardiente. Llegó el momento de arriesgarlo todo.
Relato
Relato de lobos
Seudónimo: Viance
— Los lobos son una cosa terrible. Es algo tenebroso su manada, su manada engañosa, flexible, oculta, confusamente disgregada.
— Hace incontables lunas llenas que llegaron los lobos a nuestros valles.
— ¡Tú, escucha bien! ¡Debes conocer la historia! ¡Oye de nuestra lengua la historia o se perderá para tu estirpe!
— Llegaron en silencio, en sigilo llegaron, sí. Sus deformes pezuñas hollaron el valle.
— Los padres de antiguos padres de padres aún más antiguos no dieron importancia al hecho.
— Aún creían en los ciclos fijos. Lo de fuera variaba y lo de dentro permanecía inalterable, como la encina batida por el viento. Sus hojas se mueven torbellinas, oscilan sus ramas suaves, ni se inmuta su tronco.
— ¡Insensatos!
— ¡Idiotas aquellos padres lejanos! No conocían a los lobos, que devorarán los ciclos. ¡Los engullirán al tiempo que las ovejas! Las que fueron nuestras. ¡Nosotros íbamos a girar alrededor de los lobos, amos inalterables! Malditos los padres viejos que no supieron ver delante mismo de sus ojos.
— Un lobo llegó. Nada había cambiado. Entonces fueron diez. En pestañeos, cien, y nuestros padres atacaron, por fin se dignaron a atacar los padres flojos y viejos por largo dominio indiscutido.
— Era tarde. ¡Ya era tarde, padres! Los lobos estaban preparados, fue fácil para ellos arrasar y diezmar.
— ¡Aprende de esto! Y tú también, y tú, y aquel y todos.
— Atrincherados en el mismo fondo del valle, rodeando y protegiendo los sitiados rebaños, atacaron hacia arriba los padres antiguos, compactos como si fuesen uno, a pleno sol, creyendo tomar a los lobos desprevenidos.
— Ay, esperaban bien prestos en los riscos y quebradas. Esforzados y juntos ascendían los padres; lanzados en pendiente los rodearon los lobos incontenibles. Brillos afilados contra colmillos, y no fue suficiente.
— Llora, llorad todos de pura rabia, pues su victoria total asoló nuestro valle, que no sería nuestro más.
— Vencidos, expulsados, exterminados, hacia los bosques de las montañas huimos para salvar las pocas vidas resistentes.
— Desde allí los vimos crecer a mil y luego innumerables.
— A ellos, a los lobos, que usurparon los blancos rebaños y el generoso pasto y los torrentes sonorosos. Oscuro era el bosque miserable.
— El terco tapiz de sus ramas no deja pasar la luz de la luna.
— Bosque cruel…
— ¡Es la señal!
— Odiados lobos, ¡la venganza!
— En marcha, vamos. ¡Vamos, vamos! Deprisa.
— Recordad las lecciones. ¡Recordad la derrota de los padres lejanos!
— Nosotros no sucumbiremos. Nos deslizaremos desde las montañas sin cantos de batalla, silenciosos y disgregados como hicieron ellos. Sin el aullido acusador. Los lobos…
— Los lobos que gozan de lo que nos pertenece. Y además con apetito herético. Con ansia insaciable. Los confusos ritos, ritos maléficos que traen el sufrimiento al valle.
— Violentan, violan al valle los lobos.
— Lascivos engullen los ríos hasta sin sed.
— A las ovejas humillan, las hacen copular y multiplicarse para masacrarlas a gusto y sin medida. Saciados, aman la muerte misma y el dolor de sus siervas.
— No cejan en el ritmo desquiciado de sacrificio: cuando calman sin hambre, dejan pudrir la carne en grandes pilas. ¡Eso hacen los lobos!
— Aprisa, se suceden las señales.
— Aprisa, vamos.
— No queda tiempo.
— Es la hora.
— Vamos, vamos, adelante.
— Las ovejas estarán con nosotros, ansían la vuelta de sus viejos amos benevolentes, que respetan los ciclos y son justos.
— ¡Adelante! Lanzaos por la pendiente.
— ¡Silencio! ¿Qué se escucha?
— Más rápido, más veloces, más rápido.
— ¡Vamos!
— ¿Qué es eso? ¡Son ellos! Por fin los lobos.
— ¿Qué hacen? No hay tiempo, no habrá piedad.
— Desmembradlos, arrancad sus dos pares de miembros diversos.
— Mirad, nos esperaban.
— Lobos traidores, lobos astutos, lobos maléficos, inmundos, hambrientos, desmedidos lobos.
— Malditos sean, que nadie los recuerde desde este día.
— Portan con ellos estruendos, fuegos súbitos, arrasan nuestro pelaje.
— Traidores, demonios lobos.
— Miradlos, ya están al alcance. Miradlos y dejad surgir el odio de dentro.
— Nos arrebataron todo.
— ¡Recuperad lo que es vuestro o caed!
— Esta vez no valdrán sus armas.
— ¡Sangre, sangre! Sangre de lobos o sangre nuestra.
— Adelante, adelante. Temblad, lobos. Serán quebrados…
— ¡Vamos!
— Serán rotos vuestros ritos y vuestros cuerpos lampiños y tripudos y vuestras monstruosas pezuñas hábiles.
— Caerán los erguidos en dos patas.
— Oídme aullar, lobos condenados, y ved brillar mis fauces.
— Lobos… ¡Lobos, sufrid!
— Vamos.
— ¡Matadlos, vamos!
— ¡Adelante!