Soledad


Autor: bygromek

Fecha publicación: 04/03/2023

Certamen: II Certamen

Resumen

Un lugar remoto, un hombre olvidado, lluvia, música y soledad.

Relato

Cien veces pensé caer y no levantarme.
Cien veces sentí mis piernas ceder.
Cien veces me levanté,
Y en ninguna de esas cien,
vi un solo motivo para seguir de pie.

Recuerdo el día como si fuera ayer, lo recuerdo. Era un día de tormenta, como tantos otros, cielo tupido, nube gris, tierra húmeda, viento fuerte. Estaba sentado en el primer escalón, de piedra fría, de la escalinata de aquel antiguo, anticuado, olvidado caserón. Estaba allí, cubierto, a cobijo, bajo la repisa de aquel viejo balcón, de baranda verde descascarillada, de baranda de hierro ya oxidada. Las gotas salpicaban mis desnudos pies, insensibles, embarrados, descuidados, arañados. Mi espalda se apoyaba en el marco de aquella puerta de madera carcomida por los años, el disgusto, la ignorancia y el descuido, al igual que a mi alma, ya no le quedaba brillo ni barniz. Podía sentir como la madera se inflaba y crujía por la humedad que en ella se cebaba.
La lluvia empezó a caer con más decisión, el terrazo se inundó, mis pantalones empezaron a empaparse… Miré al cielo, cerrado, cubierto, opaco … ¿Era por mí?¿Era para mí?¿Qué hacía allí? Mi desafío terminó, me levanté y subí las escaleras, descalzo, con los huesos entumecidos, los hombros caídos, la cabeza gacha, las manos en los bolsillos, los ojos cristalinos… Entré en el salón frío, atardecido, ensombrecido. Encendí el resto de una reducida vela desparramada que parpadeaba una frágil llama que apenas alumbraba las sábanas blancas que cubrían muebles, la mesa sobre la cual se esparcían desordenadamente cubiertos y enseres, las paredes vacías de cemento gris desconchado, y el polvo que flotaba suspendido sobre la propia candela. Los cristales de las ventanas temblaban con el rugir de la tormenta, el sonido reverberaba en el interior.
Me acerqué a aquel viejo tocadiscos arrinconado, descuidado sobre una pila de amontonados libros, lo miré con la vista perdida, desenfocada, con nostalgia, en otro sitio. Pasé mi magullada mano sobre el disco, curvado por el tiempo, que permanecía sobre el aparato desde aquel día, lo acaricié delicadamente, haciendo círculos con mis curtidos dedos, intentando leer las notas de otros días, de otros tiempos, buscando en él la dulzura, el amor que se había convertido en veneno, el veneno que se había transformado en nostalgia, la nostalgia que había terminado en olvido y el olvido en destierro. Posé la aguja oxidada sobre él y empezó a girar.
Perezosamente, tímido, suave, casi imperceptible, como no queriendo despertar de aquel letargo que asemejaba la eternidad, empezó a sonar a trompicones aquella canción, ¿puede que tu canción?, ¿puede incluso, por un breve espacio de tiempo, quizá nuestra canción?... El tiempo arrancó bostezando, la tormenta amainó, el salón amaneció, las notas empezaron a esparcirse por todos los rincones, por encima de la mesa, por debajo de mis piernas, moviendo las cortinas, acariciando mis mejillas. Cerré los ojos cansados de mirar, de dibujar ficciones, irritados de paciencia y esperar. Cerré los ojos y sentí calor, tu calor, tu aliento suspirando en mi oído, ¿por fin estabas ya aquí?
Como hipnotizado empecé a moverme, a seguir lo que parecía tu voz tarareando la letra de la canción. Caminando a tientas, descuidadamente, sin guía, mis brazos se avanzaban buscándola, agarrando el aire, suspendidos en una cintura imaginaria, por fin la encontré. La acerqué, te apreté contra mi pecho, pusiste tu cabeza sobre mi hombro, tu pelo rozaba mi cuello, y entonces escuché clara tu voz, me susurrabas la canción. Sentí cómo tropezamos, no importaba, no caímos, bailamos, fluimos sobre los hilos de las notas que nos rodeaban, bailamos en un espacio diáfano, sin límites, sin obstáculos, vacío de todo, lleno de luz. Mis labios buscaban a ciegas los tuyos, los tuyos buscaban decididos los míos. Vibramos, nos confundimos, nos difuminamos.
Tembloroso, hablé, por fin hablé, tartamudeé intentando articular alguna palabra, hacía tanto tiempo, parecía que balbuceaba, que lo probaba por primera vez, mi voz sonó quebrada.

- ¿Dónde has estado?
- Silencio - dijiste con voz cálida.
- ¿Dónde estabas?
- Silenció - dijiste decidida.
- ¿Vienes para quedarte?
- Silencio - fue como un murmullo, como una media voz, como si no fuera ella, como un rumor hueco - No abras los ojos - la música paró - shhh, tranquilo - su mano me acarició - ahora estoy aquí, contigo, a tu lado, en tus brazos, enredada en tus cabellos, entre tus manos, dentro de ti, soy para ti, parte de ti. No preguntes, no digas nada, no abras los ojos, abrázame…
- Deja que te pregunte, habla conmigo, deja que mire tus ojos, mira los míos, casi no te recuerdo, casi no me recuerdo, ya no sé quién eres, ya no sé quién soy.
- Sabes que no puedes verme, sabes que si me miras me desvaneceré. Sabes que no soy en tus ojos, ni en tus brazos, sabes que no soy en tu tacto, ni en tu olor.
- Dime entonces cuál es tu nombre, dime entonces quién eres tú.
- Soy desdicha, inconsciencia, amargura, soledad. Soy grito en el día y llanto en la noche, soy de ti tu parte más oscura, soy la luz que te ciega, tus tinieblas y tu resplandor, soy ilusión. Soy quien muestra salida, quien termina, tu principio y fin. Mi nombre es Locura, silencio, no hables, no digas nada, silencio, ya estoy aquí.
La ventana se abrió, el viento se coló, la vela se apagó, el disco paró…